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Una Nueva Hegemonía Cultural para un Orden Nuevo

*Por Benjamín Colamarco Patiño

No se puede transformar la sociedad en la dirección del bienestar general y el desarrollo humano integral, participativo, incluyente y sostenible,  sin organización, sin Partidos de ideas, sin una plataforma política que sostenga cambios en los paradigmas y recuperación de valores culturales relacionados con los hechos y modelos que expresan una concepción humanista de la colectividad.

Del análisis crítico que hagamos del tipo de sociedad en que vivimos, se infiere cierta desestructuración, como reflejo de una baja cultura, o en el mejor de los casos, una asimetría cultural entre distintos estratos que amplía las diferencias y, en consecuencia, se restringen las oportunidades y la capacidad de cohesión social y la conciencia del ser panameño, de la necesidad de superación colectiva con una velocidad de marcha hacia el bienestar general, más uniforme, más equilibrada.

Incluso podemos señalar la hegemonía de determinado modelo, de una minoría privilegiada, que excluye del sistema a los estratos más débiles o de condiciones socio-económicas muy precarias, que merced determinados condicionamientos exógenos, promueven anti-valores y prácticas contrarias al sentido de una necesaria transformación cualitativa.

Cuando hablamos de cultura, podemos referirnos al grado de conocimientos y al perfeccionamiento de la conducta que posee una persona, adquiridos mediante un proceso educativo que busca la plena realización de las capacidades humanas (tradición clásica).

Empero, en el caso que quiero plantear, acudo a la definición de E. B. Tylor, abro cita: “La cultura en sentido etnográfico amplio, es todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos o capacidades adquiridas por el hombre en cuanto miembro de la sociedad”, cierro cita.

El pensador y político italiano Antonio Gramsci, teorizó sobre el concepto de “hegemonía cultural”, proponiendo una reforma intelectual y moral, revisando desde una concepción dialéctica, la dirección político-cultural de su tiempo, una «reforma que hubiera modificado profundamente las costumbres y creado una nueva relación entre cultura y sociedad”.

A partir de la propuesta conceptual que intento presentar en este escrito, la sociedad panameña, para lograr dar un salto cualitativo, desde un sistema de ideas, de valores, de ideales o pensamientos, que nos permita un profundo cambio cultural, debe identificar y producir una conducta colectiva, alineada con objetivos superiores, con un lenguaje común, que exprese de manera clara tal modelo de referencia de una nueva hegemonía cultural, identificada por todos en el colectivo nacional, que rompa viejos modelos o estereotipos, envuelto en su propio paradigma, para modelar su propio camino, para abrirse campo en medio de las contradicciones, reflujos y prácticas contrarias al arquetipo identificado para moldear la visión para la instalación de esa nueva hegemonía cultural.

Claro está que esto presupone un pensamiento crítico, que cuestiona los actuales modelos prevalecientes y las viejas hegemonías, sobre la base de una filosofía que debe hacer progresar la doctrina y la práctica política, desde la intervención de la realidad, para la transformación de la estructura de la cual proviene un cambio en el modo de pensar de la conciencia, en el sentido del desarrollo para el bien común. Un  cambio cultural, que es también un cambio en los hábitos y la construcción de un nuevo código de conducta, más socio-céntrico, abierto, colaborativo, solidario y humanista.

Una  nueva hegemonía cultural que transforma la sociedad, también el modo de pensar, de construir acuerdos amplios y de planificar.

Los cambios en las leyes, “per se”, no resuelven los problemas prácticos de la gente, solo la transformación cultural, actitudinal, en el conjunto social, puede aplicar en la acción transformadora.

Es de una nueva hegemonía cultural de la que debe derivarse de manera coherente, todo un proceso de reformas para un orden nuevo, en la educación, en la economía, la ciencia, la política, el deporte, en la producción y el intercambio, en la ecología, en lo social, en fin, en el ser social panameño mismo, en su esencia y modo de pensar y actuar, poniendo al frente la cultura, que precede nuevos métodos de conocimiento.

La hegemonía cultural no es la que impone un minúsculo grupo determinado como modelo de referencia a seguir, ni los estereotipos de los medios de comunicación, sino la que dirige a las grandes mayorías nacionales hacia el orden nuevo, hacia una mejor sociedad: materialmente más equitativa, socialmente más justa, ambientalmente más sostenible y políticamente más democrática.

Se trata en suma de una nueva guía; la HEGEMONÍA CULTURAL como nivelador social, como conjunto de valores fundamentales que precede y moldea en primer lugar, la mente de las personas, el yo interior, y direcciona su actuar desde un nuevo paradigma social, alcanzando el ideal superior de la cultura en el sentido más amplio e incluyente de la palabra.

*Economista,  Ex Ministro de Estado y Ex Vicepresidente del PRD.

¿Han Desaparecido las Utopías?

«LA DIMENSIÓN POLÍTICA DEL DESARROLLO»

En nuestra región, continuamos inmersos en una profunda, generalizada y continuada crisis, cuyos orígenes son comunes, aunque con las particularidades inherentes a la realidad e idiosincrasia de cada país. Esta crisis es sistémica e integral y se expresa en las dimensiones éticas, políticas, sociales, culturales y económicas. Sus efectos son devastadores por cuanto afecta material y moralmente a la sociedad en su conjunto y a las personas en lo particular y su reflejo más palpable se evidencia en la inequitativa distribución de la renta, con su secuela de marginalidad, exclusión social y discriminación.

Por otro lado, pareciera constatarse la desaparición de las “utopías”, por la ausencia de valores y objetivos superiores hacia el bien común. Pensamientos y propuestas aglutinadoras, con dirigentes que se destacan por sus conocimientos, coherencia y capacidades, han sido sustituidos por el oportunismo, el exacerbado espíritu de lucro, el pragmatismo mesiánico y  por la manipulación de mentes y voluntades.

Esto nos ha llevado a desdibujar la política entendida como ciencia de gobernar sobre espacios públicos comunes, o “dirección de la colectividad” desde la concepción de arte de lo posible, hasta lo que vemos hoy como degeneración de la verdadera esencia de la política, transformada en una especie de medio para el provecho personal o de los poderes fácticos, dentro de un pragmatismo desmesurado lejos del servicio, la moderación y el bien común.

La consecuencia ha sido la atomización social, el individualismo y la preeminencia de intereses de parte, elitistas, por sobre la colectividad, con un reflejo en la pérdida de identidad de los Partidos Políticos y el debilitamiento de las instituciones democráticas. Factores perniciosos como el centralismo, la concentración de poder, el “burocratismo” y la falta de visión estratégica de futuro, impulsan hacia la desestructuración de la sociedad, ya debilitada por la falta de formación política y la exclusión. Hay un vacío de pensamiento que conlleva un vacío de propuestas.

Debemos propiciar la construcción de un orden nuevo, un nuevo pacto social, para una nueva sociedad, recuperando la centralidad del ser humano, la centralidad de lo social y del bien común, por sobre la centralidad del mercado. De ahí el eje cardinal del Desarrollo Humano, Integral, Incluyente, Participativo y Sostenible, que conjugue derechos, deberes y necesidades.

La regeneración democrática debe traducirse en el concepto de Estado Social Democrático de Derecho, con una profunda reforma del Estado, con mayor participación de los sectores sociales organizados y de las comunidades, en las decisiones que los afectan, con eficiencia social, regulación del mercado y políticas públicas construidas colectivamente.

Los conceptos de profesionalización de la función pública, reforma de los modelos de gestión y desarrollo deben superar las hegemonías dominantes que han caracterizado el estado actual de las cosas. Todo esto pasa necesariamente por el rediseño del aparato público, para ajustarlo a las reales demandas y atención de las necesidades de una sociedad que requiere de instituciones y procesos transparentes, efectivos y eficientes, que faciliten las actividades de producción, comercialización, generación de empleo y el acceso expedito a servicios públicos de calidad, utilizando también plataformas tecnológicas integradas, abiertas y colaborativas.

El BIEN COMÚN constituye un aspecto sustantivo y determinante en el enfoque general, conjugando elementos que tienden a la preservación de la justicia y la equidad, a la dignidad del trabajo (transformador, creador, espiritual, material), con la protección del ambiente, en una sociedad en plena revolución del conocimiento y de la información, que debe desde ese concepto fundamental del bien común y su DIMENSIÓN ÉTICA, mejorar las condiciones y la calidad de vida del conjunto de la sociedad, pero sobre todo de los estratos más débiles.

Pero también hay que propiciar la formación política, desde la escuela, la universidad, desde los Partidos; desde el núcleo básico de la familia, de manera integral, social y democrática, generando conciencia política desde una concepción amplia. No podemos dejar de mencionar la necesidad de que los Partidos, que son consustanciales a la vida democrática, al igual que otras organizaciones y movimientos, recuperen su identidad y base ideológica, que les den direccionalidad. Principios, valores, análisis crítico, programa y referencias doctrinarias claras deben ser sus elementos aglutinadores, que superen el clientelismo y el egocentrismo.

Finalmente, la necesidad de fortalecer la Democracia, debe ir aparejada a la integración Latinoamericana (anfictionía), reconociendo las asimetrías existentes en la región, pero apuntalando el esfuerzo en la identidad cultural y en los intereses comunes. Aunque bajo circunstancias y características geo-políticas diversas, el ejemplo de la Unión Europea puede ser un modelo, recordando el informe Cecchini, partiendo de la pregunta ¿Cuánto perdemos por no estar integrados?

COMENTARIOS COMPLEMENTARIOS

¿Sobre qué se fundamenta la recuperación de la dimensión política del desarrollo?

La tesis integradora debe ser la de la construcción de formas más amplias de interactuación democrática dentro de un Estado Social Democrático de Derecho, que perfeccione ordenadamente las posibilidades de participación y de representación, para lo cual, los movimientos y Partidos Políticos deben en primer lugar reivindicar su verdadera misión desde una visión programática, como interlocutores válidos de diversos estratos sociales, pero también les compete ejercer el papel de propiciadores del avenimiento en la dirección de la complementariedad de los conceptos de Democracia Social, Democracia Representativa y Democracia Participativa.

¿La sociedad debe intervenir en los asuntos internos de los partidos?

El funcionamiento y proyección de los Partidos Políticos, aunque obviamente deben contar con los más amplios consensos sociales, demandan en primera instancia un proceso interno a los propios partidos, de autocrítica (que NO “autoflagelación”) y debate sobre la recuperación de la dimensión ética de la acción política y el rescate de su identidad ideológica.

¿Cómo enfrentar el clientelismo?

Sobre el financiamiento de la actividad política, su solución desde mi concepto, debe partir de la total prohibición de aportes privados a las campañas políticas (salvo las cuotas establecidas en los Estatutos, de los inscritos en los partidos, con los topes debidos), lo que conlleva sólo el financiamiento estatal con sus respectivas regulaciones. Esto propiciaría la erradicación del clientelismo, más transparencia y fiscalización, más independencia y la recuperación del debate político y la elaboración de visiones programáticas más coherentes y profundas.

¿Estamos atravesando una crisis? ¿Cuáles son sus consecuencias?

La sociedad panameña al igual que otras en Latinoamérica, sufre las consecuencias de la crisis sistémica que se ha desarrollado durante los últimos años. Esto se expresa en una profunda desestructuración del entramado social y en la carencia de objetivos superiores. El clientelismo, la corrupción, el oportunismo, el inmediatismo, el individualismo pragmático, ha prevalecido en nuestro país, con el agravante de una deteriorada cultura política y la más rampante desideologización de los partidos políticos. La búsqueda constante del bien común y de la construcción de una sociedad ideal, de una mejor sociedad: materialmente más equitativa, políticamente más democrática y socialmente más justa, se ha puesto en entredicho por la falta de un sistema de valores fundamentales que le den viabilidad a un Estado Social y Democrático de Derecho.

Panamá, 5 de mayo de 2016

Benjamín Colamarco Patiño

 

“La Segunda Internacional y el 1 de mayo»

Durante los debates de la Segunda Internacional, celebrada en París en julio de 1889, los Socialdemócratas, Socialistas y Laboristas, unidos en procura de objetivos comunes, a partir de la tesis de que la cuestión social era absolutamente inseparable de la política, y su solución estaba determinada y solamente sería posible en un Estado Democrático, en que la libertad política y la lucha por las reivindicaciones de los trabajadores eran condiciones básicas para lograr avance y mejoramiento social, dadas las paupérrimas circunstancias de esa época, analizaron la situación por la que atravesaba la clase obrera y los antecedentes de huelgas de trabajadores en varios países.

Luego de profundas deliberaciones, aprobaron declarar el 1 de mayo como “día internacional de los Trabajadores en el Mundo”, en homenaje a los Mártires Trabajadores de Chicago y la lucha emprendida para lograr mejores condiciones en el trabajo y jornadas laborales de 8 horas.

Los Perredeistas en Panamá, miembros de la Internacional desde 1980, deberíamos ser consecuentes herederos de nuestros antecesores ideológicos miembros de la Segunda Internacional, socialistas reformistas y moderados, capaces de construir plataformas políticas amplias, conscientes de que la dialéctica expande horizontes y de que nuestro enfoque hoy debe partir del objetivo básico de crear un ambiente que, mejorando las potencialidades y capacidades de la producción en los sectores: agrícola, agro-industrial; industrial; del cooperativismo; de los servicios; del comercio; del transporte, etc.,  se instaure también una estructura propicia para que los seres humanos disfruten de una vida prolongada, saludable, digna, productiva, creativa, recreativa, elevando a la vez los niveles culturales, ampliando las oportunidades para las personas, quienes así mismo han de ser los mayores protagonistas y beneficiarios del desarrollo.

1 de mayo de 2016

Benjamín Colamarco Patiño