política

Pongamos fin a la Política Tradicional

 

El Partido Revolucionario Democrático debe resolver el atraso de la teoría que sustenta el diseño de los sistemas sociales y rediseñarlos en la trayectoria de su proceso de evolución y desarrollo. Esto implica el diseño de las condiciones objetivas que hagan posible intervenir en la realidad política para transformarla y terminar con la forma en que durante los últimos años se ha hecho “política” en nuestro país.

Hay mucho más espacio para las ciencias, si aprendemos a teorizar sobre la práctica, sentenció Carlos Matus. Debemos hacer una propuesta coherente y profunda, que nos permita poner fin a lo que hemos visto hasta hoy y durante los últimos 20 años como “política tradicional”.  Veo, un proceso degenerativo que durante estos años nos ha llevado a desdibujar la razón de ser de la verdadera esencia de la política y de los partidos, con la preeminencia de intereses particulares, sectarismo y objetivos utilitaristas por encima de las grandes metas de largo plazo de la Nación panameña.

El político del futuro tiene que ser más profesional, debe formarse con una visión trans-disciplinaria (horizontal), que tenga claridad en el proyecto y en la dirección y orientación de la conducción del juego social cada día, evaluando y corrigiendo sus resultados. Debe conocer y entrenarse en el manejo de las herramientas, las ciencias y los métodos de gobierno. Debe tener la capacidad de ver más allá de los caminos conocidos y adelantarse a su época, debe ser un creador de caminos, al mismo tiempo que debe innovar y aprender de la realidad, con capacidad para examinar las reglas del juego social y rediseñarlas.

O le ponemos fin a la “politiquería”, al clientelismo y a la manipulación, reivindicando los conceptos altruistas y nobles de la POLÍTICA con mayúscula y formamos al NUEVO SER POLÍTICO, o la DEMOCRACIA no sobrevivirá conducida por los “brujos” y los “mercaderes” de la micro – política.

  Estoy convencido que los Torrijistas hoy, vamos a colocarnos a la altura de las responsabilidades históricas que debemos asumir, haciéndonos de esa capacidad de ver más allá de los caminos conocidos y adelantarnos a nuestra época. Si no usamos nuestra sabiduría y experiencia para crear esos nuevos caminos y transformaciones positivas, si no tenemos la capacidad de crear nuevas vías que nos conduzcan a la renovación y a una ulterior democratización de las estructuras del poder económico, social y político, seremos parte del problema y no lograremos ser parte de la solución.

No podemos pensar en atender los problemas y desafíos del Siglo XXI con las herramientas y conocimientos del siglo pasado. Si queremos hacer realidad, en las circunstancias de hoy, el sueño de UN SOLO PANAMÁ, integrado económica y socialmente, bajo el pabellón nacional, una vez resuelta la contradicción histórica Estado / Colonia, con la recuperación de nuestra plena integridad territorial el 31 de diciembre de 1999; no alcanzan nuestras prácticas de hace 20 años. Debemos ser capaces de estar a la altura del desafío, capacitándonos, actualizándonos y revitalizando las prácticas de nuestro partido.

Hoy más que nunca, esa es nuestra responsabilidad como militantes e integrantes de un partido que tiene entre sus objetivos la Justicia Social, la Equidad, la Igualdad, la Libertad y la Solidaridad. Ese ha sido nuestro sueño, un sueño que ha sido capaz de construir materia en el tiempo, un sueño que no puede desdibujarse y menos desvanecerse ante las circunstancias que vivimos dentro de una sociedad de contradicciones, conflictos, pragmatismo individualista y oportunismos, todo agravado por la ausencia de cultura política.

Apeguémonos a la letra y al espíritu de nuestra Declaración de Principios y al cumplimiento de los deberes de los militantes. Debemos, en esa línea de pensamiento, fortalecer a lo interno del PRD, un mayor compromiso e identidad con las ideas generales que nos UNIFICAN, que además son trazadoras de la direccionalidad de nuestro accionar en la sociedad. Nuestros documentos fundamentales, vale decir: Antecedentes Históricos; Declaración de Principios; Programa y Estatuto, son nuestros puntos de referencia y sintetizan nuestro análisis del presente y la acumulación histórica que recogemos; nuestra visión de país posible, necesario y deseable hacia el futuro y la organización y el método para conseguirlo.

Siendo esto así, los Torrijistas compartimos una concepción ideológica, un proyecto político con luces largas, delineado en el Programa, entendido como la propuesta de medios y objetivos que posibilitan el cambio hacia la situación esperada en procura del bien común, transformando la realidad para la gente, y un conjunto de valores y principios que deben ser el andamiaje que sustenta la unidad de todos en el Partido.

Allí radica la verdadera UNIDAD, aquella que trasciende el discurso vacuo o la retórica de coyuntura y se materializa en los propósitos compartidos y los objetivos comunes.

Algunos piensan que no es momento de hablar de valores, de ideología, de principios, de programas, de la formación integral del militante y mucho menos de nuestro compromiso de rescatar la dimensión ética de la acción política. Dicen que eso no lo entiende nadie, que es filosofía abstracta que no genera adhesiones. Conceptuamos que están equivocados, no puede haber práctica sin teoría, ni puede haber real transformación de la realidad para la gente, en la correcta  dirección, sin ideología y programa. Nos resistimos a que el PRD, que nuestro glorioso partido, termine convertido, como muchos partidos políticos de nuestro país, en un simple club electoral. En una agrupación que sólo vaya por los votos cada cinco años, promocionándose mediáticamente como si se fueran a vender latas en un supermercado, desenfocado de los problemas y las expectativas de la gente, ese es el riesgo que corremos si no reivindicamos la esencia de la política y la capacidad de reorientar a la sociedad.

En el año 2001, en el Congreso Extraordinario programático del PRD, adquirimos el compromiso de trazar el camino para construir durante el primer cuarto del siglo 21, una mejor sociedad, una sociedad ideal, coherente con esos valores, ideología y principios que nos identifican y nos unen.

No traicionemos nuestras convicciones e ideales, construyamos juntos la agenda del NUEVO SER POLÍTICO y de la UNIDAD. Debemos perseverar y perseguir nuestros sueños y los anhelos compartidos con todo un pueblo. Ese esfuerzo tiene solo un sentido ético y moral: construir una sociedad de oportunidades; una sociedad materialmente más equitativa, políticamente más democrática, socialmente más justa, y sobre todo una Patria soberana.

Ciertamente, bajo el imperio de la democracia, la capacidad de diálogo y de búsqueda de consensos no son factores accesorios, son elementos indispensables para la estabilidad, la previsibilidad, el fortalecimiento y la sostenibilidad institucional.

En un sistema democrático, la posibilidad de administrar las diferencias plantea un requisito básico: la necesidad de que los actores políticos, económicos y sociales reconozcan y respeten la existencia de otros intereses, demandas y concepciones diferentes. Recordemos que toda estructura social y política se consolida en virtud de la operación de controles sociales, por la existencia de normas, reglas y pautas que regulan la interacción de los individuos y grupos, con las tolerancias democráticas necesarias sin descuidar la preservación del orden y la disciplina. Desde nuestra perspectiva, sólo el diálogo tolerante, fluido, racional, responsable y permanente, permite que la democracia se convierta en un sistema eficiente y que los proyectos de largo aliento, de largo plazo, adquieran el carácter y dimensión de auténticas políticas de Estado.

Por eso, antes que desgastarnos en contestar a quienes torpedean desde los medios de comunicación, abonando en la dirección de quienes pretenden ver al PRD en desbandada, preferimos hacer propuestas, análisis y críticas constructivas en las instancias orgánicas internas, como lo manda el Estatuto. Debemos esbozar entre todos, desde la institucionalidad del Partido, una alternativa para mejorar la calidad del juego político. Y, mejorar la calidad del juego político, es mejorar las capacidades de nuestro partido para hacer realidad sus propuestas y programa de largo plazo.

PARTIDO POLÍTICO VS CLUB ELECTORAL

Entonces ¿Qué diferencia un verdadero partido político de un simple club electoral? Dos cuestiones tan obvias como ausentes del juego de la micro política, de la politiquería del clientelismo y de las prebendas.

La primera diferencia es que un verdadero partido político con vocación de transformación de la realidad en favor de la gente, debe contar con un CENTRO DE PENSAMIENTO («Think Tank»). Centro de Pensamiento que permita pensar el Panamá del 2021, el Panamá de los 200 años de nuestra independencia de España. Un Centro de Pensamiento que cuente con equipos de trabajo pensando en los problemas de Panamá, los problemas de hoy y los nuevos problemas que se presenten en el camino.

Para eso deben servir los partidos políticos: para recibir y canalizar inquietudes y trabajar en propuestas con una direccionalidad. Eso es pensar en el Panamá del mañana, en el Panamá que heredarán nuestros hijos.

¿Y cuál es la otra diferencia entre un club electoral y un partido político que transforma la realidad? La segunda diferencia tiene que ver con la capacidad del partido de ser un verdadero formador de futuros gobernantes en las ciencias y métodos de gobierno.

Necesitamos buenos técnicos pero con sensibilidad política y compromiso social. Necesitamos buenos políticos, pero con capacidad de entender y enfrentar los problemas técnicos del Estado. Necesitamos, en definitiva, formar una dirigencia que permita integrar equipos de trabajo con pensamiento técnico – político; con balance tecnopolítico.

GOBERNAR ES UN ARTE

En este sentido algunos piensan que el arte de gobernar puede reducirse a una disciplina del conocimiento. Que por ser un buen médico se es un buen Ministro de Salud; que por ser un buen economista se es un buen Ministro de Economía. Piensan que un título universitario basta para enfrentar los problemas de gestión de gobierno. Lo decimos por experiencia: No basta, es una fantasía simplificadora y tecnocrática. Gobernar es un ARTE, un arte con mayúscula.

Pero también les decimos que si bien el gobernar es un arte, hoy día no existe ninguna expresión artística sin un riguroso entrenamiento. No podríamos disfrutar del arte de cantantes, bailarines o deportistas, si éstos no se entrenasen para sostener y potenciar sus cualidades innatas.

No podríamos sentir el orgullo de contar con un deportista de la calidad de Irving Saladino, uno de nuestros mejores deportistas de la actualidad, que con seguridad tiene una condición natural, una condición innata que lo hace tener toda la potencialidad para triunfar; si el no se entrena, se forma, se esfuerza con constancia, para explotar toda su capacidad y transformarla en resultados concretos, medibles y verificables.

Cómo podemos pensar que la política, con la responsabilidad de administrar los recursos públicos y con los desafíos que impone la tecnología y las formas de producción del siglo XXI, puede administrarse improvisadamente, sin formarse en el manejo de las cuestiones públicas. No nos malinterpreten, no nos referimos a una escuela de administradores públicos.

Pensamos que gobernar es la capacidad de transformar la realidad y la realidad social impone conocimientos a los que las disciplinas de la universidad no responden y no hablamos tampoco de estructurar una escuela de formación interdisciplinaria. Hablamos de formar dirigentes políticos con un pensamiento transdisciplinario, capaz de enfrentar los problemas sociales que no reconocen criterios de eficacia únicos: ¿Dónde aprendemos a enfrentar e intercambiar los problemas ambientales con los económicos? ¿Los económicos con los sociales? ¿El crecimiento económico y los índices de precios al consumidor? ¿Y las complejidades de la gestión local y la organización comunitaria con el centralismo? ¿Cómo tomamos decisiones cuando están en juego valores como la libertad, la dignidad y la igualdad?

CENTRO DE PENSAMIENTO, ESCUELA DE GOBIERNO Y

ESCUELA DE CUADROS

Debemos ser capaces de institucionalizar en el PRD, con sentido moderno, una poderosa ESCUELA DE GOBIERNO, que forme a nuestros militantes Torrijistas como futuros gobernantes; que no aprendan en la misma práctica, sino que se preparen de antemano para llevar las ideas a la acción, pero respetando los principios y valores que expone y defiende nuestra propuesta política, nuestro programa de largo plazo, el de las «Luces Largas» como decía Ornar Torrijos.

Por eso, sostenemos que las ideas son muy importantes, que las estrategias son fundamentales, pero debemos ser conscientes de que hay que planificar para llevar las buenas ideas al terreno de la acción concreta.

Por último queremos decirles que no basta un CENTRO DE PENSAMIENTO para el Panamá del 2021; no basta con una ESCUELA DE GOBIERNO, debemos insistir en la FORMACIÓN DE CUADROS POLÍTICOS; debemos rescatar la idea de la política como el actor principal de la transformación social.

Debemos volver a la política, reivindicar las virtualidades de la esencia misma de la política como noble tarea, no tengamos vergüenza de una práctica altruista, expulsemos a los «mercaderes» de la política. Atraigamos a los jóvenes a la preocupación por los asuntos públicos, luchemos contra el individualismo, la falta de esperanza, la pérdida de valores y la «MUERTE DE LAS IDEOLOGÍAS».

EL PRD: SOCIALDEMÓCRATA Y TORRIJISTA

Nosotros tenemos una firme convicción ideológica SOCIALDEMÓCRATA y TORRITISTA que promueve el pluralismo y el desarrollo humano, incluyente, integral, participativo y sostenible, en beneficio de todos los sectores sociales, especialmente de los menos favorecidos.

Luchamos por un orden social donde impere la democracia política, la democracia social y la democracia económica.

Nuestro partido debe encontramos hoy unidos para fomentar, mediante nuestros esfuerzos conjuntos y visión compartida, el interés nacional, basándonos en un Torrijismo de avanzada y en esos principios que nos identifican, que se articulan en nuestro Programa de largo plazo. Consolidemos hoy la organización partidaria, la disciplina y el trabajo en equipo, ampliando paralelamente los espacios de participación organizada de los militantes desde la base, en los procesos decisorios, para la ejecución de nuestra plataforma política, reconstruyendo una opción de poder desde la oposición democrática. Esto pasa por el indispensable fortalecimiento institucional del PRD.

En la coyuntura, se nos abre la oportunidad de definir la mejor manera de organizar el futuro.

Debemos acelerar la puesta en vigencia las estructuras partidarias intermedias y de base, consignadas en nuestro Estatuto y promover la organización en todos los corregimientos de las ESTRUCTURAS DE TRABAJO COMUNITARIO (ETC) de manera capilar (art. 147, 148, 149, 150).

Es preciso que las COMISIONES ESPECIALES consignadas en el Capítulo X, artículos 65; 66; 67 y 68 del Estatuto del PRD vigente, hagan los análisis sectoriales y propongan alternativas de solución a los graves problemas e iniquidades que sufre nuestro país, jugando el papel que le corresponde como organismo auxiliar en la definición de las políticas del partido hacia la sociedad.

Pero no hay posibilidad de cohesión institucional y consolidación de las adhesiones a la propuesta del Partido, si no estructuramos e institucionalizamos a nivel nacional, en todas las Áreas de Organización, la ESCUELA TORRIJISTA DE FORMACIÓN POLÍTICA Y GOBIERNO “Ascanio Villaláz”  del PRD.

Tenemos la convicción de nuestra voluntad de acción en la dirección de los objetivos estratégicos que compartimos los Torrijistas de ayer, hoy y mañana, la acumulación que garantiza certeza de lo que hacemos y la capacidad de aportar todo nuestro esfuerzo y experiencia, en la correcta dirección histórica demandada por nuestra membresía militante.

Dr. Benjamín Colamarco Patiño

Panamá, 11 de marzo  de 2011.

 

¿Por qué una escuela de Gobierno? Gobernantes a la Escuela

La EDUCACIÓN y la CULTURA son dos temas en el tapete de la sociedad desde hace ya demasiado tiempo. Sin embargo, como recientemente dijera el Presidente Mujica de Uruguay,  una cosa es la retórica de la educación y otra cosa es que nos decidamos a hacer los sacrificios que implica lanzar un gran esfuerzo (reforma, rediseño) educativo y sostenerlo en el tiempo.

Los gobernantes son victimas de la misma escuela que ellos no han podido renovar.

Cuando niños sufrieron el “amaestramiento” de la escuela tradicional: transmisión atosigante y autoritaria de conocimientos, a veces obsoletos, raciocinio determinístico, teorías en abstracto con olvido de la teorización sobre la realidad,  excesivo respeto por los paradigmas vigentes, privilegio de lo cuantitativo sobre lo cualitativo e identificación de ciencia con los modelos bien estructurados con variables medibles.

No le enseñaron a aprender, sino a aprender lo que le enseñaron. La escuela básica desaprovecha el potencial de inteligencia, creatividad y personalidad que encierra una mente joven y vigorosa, llena de interrogantes sobre el mundo.

 El pensador chileno, Carlos Matus, desde su síntesis de lo que llamó: “Una Teoría para la Acción”, explica que cuando el futuro gobernante ingresa a la universidad, encuentra allí una fábrica de profesionales “departamentalizados” en facultades, con una visión vertical a propósito de la especialidad que estudia.

En la universidad, recibe una carga de unidimensionalidad tecnocrática que no puede criticar. Pero los departamentos de la universidad no existen en la práctica que se desarrolla sobre espacios de producción social que son dinámicos, complejos, contradictorios  e inciertos y los PROBLEMAS de la práctica social no están en la universidad.

La medicina, la economía, la biología, la ingeniería, la arquitectura, las disciplinas jurídicas aportan conocimientos parciales que el gobernante debe aplicar a problemas de salud, económicos, educativos, organizativos, de regulación social, de gerencia pública, de conducción política, de diseño urbano, etc. Y estos problemas cruzan todos los departamentos de la universidad, son multidepartamentales y transversales.

En esa práctica profesional se gesta el primer choque entre el capital cognitivo del dirigente y los problemas con que debe lidiar en la práctica política y de gobierno.

El partido político completa su formación.

Allí debe abordar o eludir problemas para los cuales no está preparado.

Allí recibe el impacto de una práctica signada por la competencia electoral y los pequeños intereses. En el partido nadie lo prepara para gobernar.

Pero, es ahí donde refuerza su ego y su individualismo, aprende a atacar y defenderse, y, en algunos casos, a usar a la gente para sus propios objetivos.

En la práctica partidaria, crea su círculo de amigos que mas tarde serán sus “guarda puentes” de acceso a su gabinete.

Algunos distinguen entre su aspiración personal y el proyecto para su país. Otros refuerzan su proyecto personal y se olvidan de sus ideales de juventud, o abjuran del proyecto político al cual adhirieron en su momento. Concentran su atención en lo táctico personal haciendo énfasis en lo electoral, descuidando lo estratégico programático.

El 90% de los dirigentes políticos pasan por la universidad y complementan su “formación” en los partidos políticos, a través de su militancia y en el contacto con los medios de comunicación.

Con esa formación parcial, muchas veces distorsionada, ajena a la utilización de métodos de procesamiento científicos por problemas (horizontales), el político asciende a las posiciones de gobierno.

En el gobierno debe enfrentar problemas que no se ajustan a los modelos aprendidos en la escuela formal y en su práctica política: 

  • Tiene que dirigir organizaciones públicas, diseñarlas o remodelarlas.
  • Tiene que orientar y regular la economía, y para ello no basta la formación del economista sin dominio de la POLÍTICA.
  • Tiene que regir la salud pública aun cuando la formación del médico esté muy lejos de capacitarlo para ello. Un ministerio es algo muy distinto que una sala de cirugía.
  • Tiene que hacer procesamiento tecnopolítico de los problemas y decisiones, pero su formación separa brutalmente la técnica de la política y la gestión.

Trata desesperadamente de aplicar sus conocimientos profesionales y su experiencia política, pero ambas son como dos partes irreconciliables de su vida.

Cree que la experiencia política es suficiente para complementar su formación universitaria.

En el comando del gobierno siente o intuye que hay una enorme distancia entre lo que debe y puede hacer. Y frente a ese dilema, con “sentido práctico”, renuncia al debe ser y se conforma con el puede ser, que es muy poco.

Si está inconforme, entonces culpa a otros de esa brecha entre proyecto y realizaciones. Culpa a la burocracia, al simplismo del ciudadano común que no comprende sus esfuerzos, a los medios de comunicación que silencian su obra, y a la herencia de problemas que hereda y que dice conocer solo ahora en su real magnitud.

Cree que está maniatado por las circunstancias y no por su capacidad insuficiente.  Esta baja capacidad para gobernar se combina con la soberbia y la sordera, multiplicadas por la posición de poder que lo hace superior.

Jamás se le ocurre pensar que su agenda está mal organizada, que no tiene soporte de procesamiento tecnopolítico, que su equipo de planificación es muy poco práctico, tecnocrático y deficiente, que no dispone de equipos preparados para reorganizar, rediseñar y modernizar el aparato público que lo aprisiona con su fricción burocrática, que no sabe cobrar cuentas por desempeño, aunque exige a gritos  el cumplimiento de metas aisladas y mal procesadas, que no sabe distribuir responsabilidades y gobernabilidad y concentra todo en sus manos porque cree que las deficiencias están abajo y no incluso en la alta dirección del gobierno.

Como no sabe que no sabe, menosprecia el entrenamiento. Ya no lee ni estudia. No tiene tiempo para pensar y estudiar porque está muy ocupado con cosas menores que él mismo centraliza y resuelve una a una, porque no sabe resolverlas en serie mediante reingeniería pública y con el rediseño de las reglas del juego social, incluyendo las que corresponden a su propia oficina.

Si alguien le dijera que debe entrenarse en Ciencias y Técnicas de Gobierno se reiría a gritos. ¿Quien podría enseñarle algo nuevo e interesante, si ya sabe todo por experiencia?

En contraste, las informaciones dicen que Margaret Tatcher, siendo Primer Ministro, asistió a seminarios sobre manejo de crisis. No tuvo miedo ni soberbia para aprender. Tampoco alegó falta de tiempo.

Por otra parte: ¿Qué le ofrece la universidad al gobernante capaz de hacerse esta autocrítica?

¿Existe alguna Escuela de Gobierno en nuestros países con una oferta de conocimientos que interese a los políticos y los gobernantes?

La universidad está de espaldas a los problemas del gobernante y del gobierno en dos sentidos:

  1. Su oferta de enseñanza es inapropiada para el dirigente público;
  2. Casi no realiza investigaciones por problemas que estén en el centro de la agenda de la sociedad y del gobernante.

Yo creo que los políticos y los gobernantes debemos ir a la escuela. Mi creencia significa exactamente respeto por la función política y los partidos políticos.

De otro modo ¿cómo se consolidará la democracia y ascenderá a niveles superiores?

Pero, ¿a cuál escuela irían? La respuesta es obvia: América Latina requiere, al menos, una Escuela de Gobierno. Una de alta excelencia. Hay que crearla. Yo quisiera ser alumno de esa escuela.

No se trata de una escuela para formar líderes ni formar presidentes. Ello es imposible.

Se trata de un centro de post-grado (con sentido transdisciplinario) donde los dirigentes y profesionales que sientan la vocación de la política y del servicio público se preparen para ese llamado potencial.

El líder se “forma” en la práctica y lo nombra y selecciona el sistema democrático. La escuela de gobierno será su apoyo (le entregará herramientas, ciencia y métodos), no su medio de selección.

Panamá puede encabezar esta renovación y constituirse en el caso pionero de una nueva generación de gobernantes.

Panamá lo necesita y el PRD como partido político de avanzada, puede ser el precursor de este esfuerzo.

BENJAMÍN CLAMARCO PATIÑO

Panamá, 16 de diciembre de 2010

BCP/

Desigualdad e injusticia en un contexto de incertidumbre “¿Qué hacer?”

Mi propósito en este escrito es  poder definir el “estado de situación” en que se encuentra nuestra región en materia de equidad social y desarrollo humano y poder colaborar en la búsqueda de estrategias y líneas de acción que nos permitan revertir los vergonzantes  indicadores que resultan insoportables e incompatibles con los valores que defendemos.

En muchos foros se declara el problema de la desigualdad y la injusticia social presente en nuestra región, problemas fundamentales a resolver por los partidos y gobiernos que formamos parte de la IS y luchamos por la defensa de los valores socialdemócratas.

La desigualdad extrema y la injusticia social en América Latina se manifiesta aún en un contexto donde la mayoría de nuestros países muestran altas tasas de crecimiento de sus economías durante los últimos años, crecimiento que sin embargo, sigue beneficiando a un sector relativamente pequeño de nuestra sociedad.

En el Congreso de la Internacional Socialista celebrado en la ciudad de San Pablo en 2003, el estado de situación descrito para nuestra región fue muy preciso:

“América Latina no es la región más pobre del mundo, pero sí la de mayores desigualdades. La grotesca concentración de riqueza en pocas manos, al lado del hambre, la exclusión social y la miseria en general, producen tormentas políticas capaces de dar vida al paradójico encuentro de un ascenso democrático formal con un inusitado cuestionamiento de los partidos políticos, los dirigentes políticos y sindicales, propiciado por articuladas campañas publicitarias. Las oligarquías y otras elites económicas hallaron, en el dominio de los medios de comunicación y su influencia en las finanzas internacionales, poderosos instrumentos para mantener el status quo y, simultáneamente, controlar y dominar el escenario político, al margen de los propios instrumentos de la democracia.”

Como vemos, pasados 7 años de aquel Congreso, lejos de disminuir como quisiéramos­: la pobreza, la concentración de la riqueza, la falta de oportunidades, la injusticia social; aún con altas tasas de crecimiento en la región, siguen ahogando a amplios estratos de nuestros pueblos e impiden tener perspectivas serias de alcanzar un desarrollo sustentable de nuestros países.

El desafío que se nos presenta es muy complejo. No sólo es angustiante e injusto que millones de personas no puedan acceder a una educación digna, servicios de salud de calidad, trabajo y vivienda, en fin a lo que los socialdemócratas llamamos “EL MÍNIMO VITAL”; sino que también esta fuerte incapacidad del Estado de dar respuesta a estas problemáticas históricas está erosionando aceleradamente nuestras democracias.

El escenario actual debería llamarnos fuertemente la atención para poder comprender que la democracia no se sostiene por sí misma. A la democracia hay que fortalecerla, legitimarla, a través de la acción, dando respuesta y enfrentando decididamente a los problemas estructurales que nos impiden crecer equitativamente como sociedad.

No necesitamos un muestrario de cifras para demostrar la dimensión del problema: según datos de la CEPAL del 2005 el 40% de la población de América Latina está sumida en la pobreza, además de contar con los índices más altos y persistentes en el tiempo de desigualdad en la distribución del ingreso a nivel mundial.

Sabemos que la existencia de estos problemas obedece a causas históricas en nuestra región: la permanencia de gobiernos autoritarios oligárquicos dejaron secuelas muy profundas en nuestras sociedades e instituciones, los reclamos de los sectores más pobres y mayoritarios de nuestros pueblos fueron en muchos casos silenciados y desatendidos durante décadas sino siglos. Hoy a menudo esas voces no encuentran canales y espacios institucionales adecuados que contengan sus reclamos. El Estado, sigue estando muy lejos de quienes más lo necesitan.

Hemos recuperado la democracia para la región, se celebran elecciones limpias y en muchos de nuestros países partidos políticos que defienden las banderas de la igualdad y la justicia social son gobierno.  Sin embargo, la persistencia y la falta de soluciones a los problemas que declaramos impacta en un creciente desencanto por parte de la ciudadanía hacia las instituciones democráticas, los partidos políticos y principalmente en la “política” como actor principal de la transformación y progreso social.

Existen datos del PNUD que verifican esta conclusión: para muchos latinoamericanos, alcanzar mayores niveles de desarrollo en sus países es una aspiración tan importante que muchos estarían dispuestos a apoyar un régimen autoritario si éste pudiere dar respuesta a sus demandas de bienestar” (informe PNUD 2003).

Combatir decididamente desde la práctica política  las causas que generan estos problemas es una responsabilidad urgente de los líderes latinoamericanos y es condición necesaria para rescatar a nuestras democracias de la formalidad y ponerla al servicio de nuestra gente.

Me da la sensación que tanto la derecha como la izquierda se igualan a la hora de fallar en dar respuesta y soluciones a estas problemáticas. La derecha no lo logra porque no lo ve como un problema a enfrentar o no le interesa o espera que “la mano invisible” del mercado lo haga. La izquierda, declara el problema decide combatirlo pero no logra soluciones satisfactorias.

Los miembros de la IS como representantes de la socialdemocracia y de los intereses de las grandes mayorías de nuestros pueblos, debemos encontrar el camino para devolverle al Estado, a la práctica política, la capacidad de enfrentar estos desafíos.

Volviendo a citar al Congreso de la Internacional Socialista, quisiera compartir con ustedes un párrafo que me parece explica muy bien esta situación:

“El combate a la desigualdad se convierte en un requisito, en una condición indispensable, para legitimar la democracia ante millones de seres que padecen de hambre cuyas urgentes necesidades se colocan por encima de los valores políticos. La igualdad ha de ser un camino, no sólo un destino y su búsqueda debe constituirse en la primera prioridad de los latinoamericanos. Sólo los países que partieron de un mínimo de homogeneidad han podido tener éxito en alcanzar desarrollo económico y social.”

Dado este estado de situación, dada la urgencia con que reclama nuestra acción, debemos preguntarnos: ¿Qué rol debe asumir el Estado, qué acciones debemos proponernos desde la política, desde la socialdemocracia, para revertir esta situación?

Esta es la pregunta que creo debemos hacernos y que hace referencia al segundo tema que me permito tratar en este escrito: “Reformas para América Latina después del fundamentalismo neoliberal”

¿Cómo se resuelven las tensiones entre la expansión democrática y la economía, entre la libertad y la búsqueda de la igualdad, entre crecimiento y pobreza, entre las demandas públicas expresadas libremente y las reformas económicas que demandan ajustes y sacrificios? ¿Cuáles son las claves que explican la crisis de representatividad, la desconfianza de la sociedad hacia la política?

¿Por qué la esperanza democrática no se ha traducido en avances en los derechos civiles y sociales acordes con las expectativas que promovió? ¿Por qué el Estado carece del poder necesario? ¿Por qué el derecho a elegir gobernantes no se tradujo, en muchos casos, en mayor libertad, mayor justicia y mayor progreso? (Fuente: Informe sobre la Democracia en América Latina – Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos PNUD, 2004).

En cuanto al rol del Estado vuelvo a citar la declaración del  congreso de la IS. Allí declaramos Hoy, en cambio, se renueva la convicción acerca de la importancia del Estado y de su papel en la sociedad actual. Se trata de reformar ese Estado para revitalizar lo público en momentos del desafío de la búsqueda del crecimiento con equidad. Para ello se requiere, sin duda, un Estado renovado y activo, potente, ni más grande ni más oneroso que el actual y, por cierto, con una relación mas cercana con los ciudadanos”.

Y agrega… “En tal sentido, los procesos de cambio y renovación que han surgido en los últimos años tienen un patrón común, el afán por mejorar el uso de los recursos públicos y por elevar la calidad de la acción del Estado, sea en términos de los mecanismos de toma de decisiones, de la calidad de los servicios entregados o de la transparencia de sus actos.”

Estamos de acuerdo entonces que debemos reformar al Estado. En los últimos años se han invertido millones de dólares en el fortalecimiento de los estratos técnicos del aparato burocrático estatal. Se reformó al Estado desde una concepción tecnocrática sin tener en cuanta el fortalecimiento de las capacidades que le permitan aumentar su gobernabilidad para enfrentar un mundo cada vez más complejo.

Debemos repensar al Estado desde una visión que rescate el potencial trasformador de la política, debemos potenciarlo, capacitarlo, darle CAPACIDAD DE GOBIERNO para atender y resolver los históricos problemas que padecemos en un contexto de globalización que nos obliga a enfrentarnos a los nuevos desafíos que nos impone el siglo XXI.

En este sentido, estoy convencido que no podemos pretender gobernar con un Estado diseñado para resolver problemas del  siglo XIX, problemas del siglo XXI. Ni más grande, ni más chico, necesitamos otro tipo de Estado.   El desafío que se nos presenta como líderes de la social democracia latinoamericana es encontrar los caminos para llevar adelante estas acciones de reforma. Es encontrar el modo en que podamos revolucionar el aparato público para conseguir los resultados que legitimen y fortalezcan la democracia. Se trata en suma de rediseñar el Estado y las reglas del juego social.

Estoy analizando estos temas que son el resultado de un proceso histórico, temas que fueron abordados por personas de mucha capacidad, pero permítanme referirme a una personalidad destacada por su contribución  al pensamiento en estos problemas, un hombre genial que reflexionó sobre la necesidad de tener una TEORÍA PARA LA ACCIÓN POLÍTICA, para la acción de gobierno. Me refiero al profesor Carlos R. Matus, Ministro de Economía del gobierno de Salvador Allende.

Su obra, a más de diez años de su muerte, sigue siendo clave y orientadora, lo es para mí particularmente, a la hora de reflexionar sobre la mejora de la calidad de respuesta de Gobierno y el desafío de atender desde la acción política a los problemas de la gente.

En este debate acerca de qué Estado necesitamos en América Latina para promover el desarrollo, Matus nos dio una clave. Debemos superar la dicotomía entre el Estado propietario y el Estado mínimo. Estas categorías hacen énfasis en el “tamaño” del Estado, grande uno, pequeño el otro. Pero Matus introduce otra dimensión para analizar qué Estado queremos, el concepto de capacidad de gobierno. La capacidad refiere a la eficacia y eficiencia de la gestión, la pericia del capital humano que emplea, y la calidad de los sistemas que caracterizan la organización pública en su macro y micro prácticas de trabajo.

Esto demanda a los partidos políticos cambiar el modo de enfrentar los problemas y la determinada voluntad política de seleccionar, estructurar y conformar EQUIPOS (cuadros) ideológicamente claros, con entrenamiento tecnopolítico, formación trans-disciplinaria (horizontal), lenguaje (homologado) y proyecto común precisado.

El Estado mínimo es pequeño tanto en cuanto a sus dimensiones cuanto a su capacidad. Como decía J. Say, el gran economista inglés: “…el gobierno ideal es el gobierno barato y que actúa poco”…

El Estado propietario es grande en cuanto a los recursos económicos que maneja, y aspira a tener gran capacidad, pero sus fundamentos han sido cuestionados por la evidencia. La propuesta del Estado Propietario está en plena decadencia. En la práctica y en el plano intelectual. Cayó por su propio peso: es el extremo opuesto de la ideología del Estado Mínimo.

Como propuesta superadora, Matus propuso ir hacia un Estado Coordinador. Es el Estado vigilante por delegación de los ciudadanos en demo­cracia. Un Estado que no tiene posiciones rígidas y su preocupación constante es el equilibrio so­cial por abolición de los extremos.  Conduce el cambio social hacia el norte que el colectivo social se propone. Impide que las tensiones y los conflictos superen el límite de la convivencia social. Orienta, evita los excesos y no produce excesos.

La clave del Estado coordinador, es su fortaleza en términos de CAPACIDAD DE GOBIERNO. Esta es la clave del futuro de la democra­cia.

Y cito a Matus: Sin capacidad de gobierno, la democracia está en peligro. La mejor defensa de la democracia es su eficacia para producir resultados sociales satisfactorios para las mayorías. Pero ello exige renovar completamente el estilo de hacer política y el estilo de hacer gobierno. El desarrollo de las ciencias y técnicas de gobierno debe ayudar a ese cambio, antes que la democracia se desplome. El actual diseño del aparato público es incapaz de sostener el sistema democrático. El estilo dominante de hacer política aleja a la pobla­ción de los partidos y de la actividad pública, con un saldo de frus­tración. Es necesario revolucionar el aparato público y revolucio­nar el estilo de hacer política. Este último debe ser un arte más profesional, con mayor apoyo de las ciencias, y el aparato público debe afinarse, para ser una herramienta eficaz de la democracia”

En este punto debemos ser claros y precisos, la sociedad no soporta más “diagnósticos”, no soporta más discursos, necesita respuestas concretas ¡Ya!, ¡Ahora! Debemos usar un lenguaje duro y claro en la propuesta. En primer lugar sostengo que debemos reformar el estilo de hacer política, debemos abandonar esta idea de los partidos como clubes electorales, como maquinarias de ganar elecciones, como expresiones mediáticas “mercantilistas”. Debemos rescatar la idea de la POLÍTICA como eje de los procesos de transformación social, debemos reivindicar a los partidos políticos como interlocutores válidos de la sociedad, como lugares donde los sueños y las esperanzas encuentran respuesta.

Para ello sostengo tres líneas de acciones precisas y urgentes:

Primera: Formación de dirigentes. Los partidos políticos y en particular los partidos de la socialdemocracia debemos trabajar en forma activa en la instalación al interior de nuestros partidos de ESCUELAS DE FORMACIÓN DE DIRIGENTES. Debemos formar a nuestros cuadros y militantes en los métodos y ciencias para gobernar, debemos reflexionar sobre una potente ciencia para la acción en contraposición de la ciencia para conocer. Como dirigentes políticos tenemos una urgencia, actuar y resolver, no somos analistas ni meros administradores, somos transformadores de la realidad. Debemos ser voceros de las demandas del pueblo. Debemos ser los realizadores de los sueños de millones de hermanos que necesitan salir del lugar injusto donde el mercado y nuestra propia inoperancia los han dejado.

Segunda: Centros de Pensamiento / Prospectiva. En general nuestros partidos políticos no tienen centros de pensamiento para pensar nuestros países, para pensar la región para los próximos años, se gobierna con espejos retrovisores, se atienden en el mejor de los casos los problemas acumulados del pasado, no las salidas del futuro, ni pensando las tendencias que se verifican en el mundo. Necesitamos que cada uno de nuestros países, que cada uno de los partidos asociados a la social democracia, tengan verdaderos “centros de pensamiento” que nos permitan tener una actitud proactiva para aprovechar los vientos favorables mundiales. Como decía Séneca: “no hay viento favorable para aquel que no sabe adónde va

Tercera: Rediseño del Aparato Público. Los diseños y reglas que dominan nuestros aparatos públicos son arcaicos, solo pensemos en las OFICINAS DE LOS GOBERNANTES, no cuentan con

  • Equipos de procesamiento tecnopolítico; los dirigentes políticos deben enfrentar situaciones complejas y no cuentan con un procesamiento de calidad para definir las mejores estrategias.
  • Procesos sistemáticos de relevamiento y procesamiento de las demandas sociales; el Estado no utiliza para la toma de decisión para anticipar problemas o corregir rumbos de su plan de gobierno, sistemas disponibles y probados para monitorear las expectativas y demandas de la sociedad y sus respuestas frente a nuevas políticas públicas. En general se hace y luego se evalúa, con el consecuente costo político por las decisiones tomadas
  • Parámetros claros para que el aparato burocrático tenga conducción; los equipos estables del Estado solo reconocen instrucciones precisas, los discursos de campaña no alcanzan para definir rumbos o cambiar direcciones a un aparato preparado para responder a instrucciones.
  • Sistemas de rendición de cuentas por los compromisos asumidos; los sistemas diseñados se basan en general en una rendición de cuentas financiera, no se evalúa el balance de gestión integral, que es un balance que combina una rendición técnico-política de la gestión del gobernante.

Las acciones por hacer, los desafíos a enfrentar, y los obstáculos a vencer son muchos. Mucho se habla y poco se hace. Los problemas se acumulan y el desprestigio sobre la política avanza poniendo en riesgo al sistema democrático.

Me he permitido poner a su consideración algunas líneas de acción concretas para que las reflexiones sobre la situación Latinoamericana no queden solo en el discurso y puedan pasar al plano de la acción. El fin último es que juntos encontremos los caminos y herramientas que nos permitan fortalecer a la Política, y a la democracia, en su capacidad de dar respuesta a los complejos, urgentes y persistentes PROBLEMAS que padecen las grandes mayorías latinoamericanas.

En Panamá en el PRD estamos trabajando en esta dirección, sabemos que otros partidos de la región que integran la IS están en el mismo camino, propongo intercambiar experiencias y realizar un  trabajo en red sobre estas cuestiones.

Hoy nos lamentamos  y padecemos las consecuencias que dejaron en la región las políticas públicas basadas en el Consenso de  Washington. No sustituyamos recetas foráneas, tenemos la capacidad de desarrollar caminos y estrategias adaptadas a nuestras realidades. Tomemos lo mejor, aprendamos, pero no hagamos un trasplante acrítico de soluciones que sirven para otras realidades, para otras culturas. Tenemos la gente. Tenemos la capacidad. Tenemos un marco teórico de soporte. Pongamos nuestra voluntad y compromiso. Nuestros pueblos esperan respuestas concretas a sus problemas no discursos ni promesas.

 

Benjamín Colamarco Patiño

Escuela Torrijista de Formación Política y Gobierno.

Presidente de la Fundación Para Investigaciones Sociales y Económicas (FISE).