Colón: Una historia, muchas luchas

Recuento de acontecimientos históricos precursores del 5 de noviembre de 1903, en homenaje a Colón, por Benjamín Colamarco Patiño.

“No debemos conformarnos conque el pueblo viva  en paz, queremos que viva bien”.  Gral. Juan Domingo Perón quien durante uno de sus exilios, residió en la ciudad de Colón.

 Colón es una Provincia digna; representada por su pueblo, su idiosincrasia, sus tradiciones y sus luchas, siempre motivadas por alcanzar estadios superiores de bienestar general y progreso.

Durante el siglo XIX, luego de la construcción del ferrocarril transistmico, Colón reafirmó su calidad de ciudad cosmopolita, abierta y pluricultural, sin embargo, esta condición estuvo mediatizada por la preminencia de los intereses norteamericanos y de las oligarquías, por encima de la emergente estructuración del entramado socio-demográfico-cultural que se articulaba en torno a los propósitos comunes de los estratos populares y nacionalistas del istmo.

Las luchas armadas entre liberales y conservadoras que caracterizaron los tiempos de nuestra unión voluntaria a Colombia, en pos del ideal de Simón Bolívar, registraron en Colón páginas heroicas de lucha y reivindicación, cuyo máximo exponente popular fue el Doctor en Leyes, Pedro Prestán, digno representante del “arrabal colonense”, sostenedor incansable de la Constitución de Rionegro, quien desde las fuerzas revolucionarias del liberalismo, luchó por los ideales de autonomía, autodeterminación, respeto por la nacionalidad y defensa de la soberanía nacional.

Prestán y los revolucionarios colonenses, dominaron los acontecimientos en Colón, llegando a someter no solo a las fuerzas conservadoras, sino que una vez controlada la ciudad, también llevaron presos al cónsul de los Estados Unidos y a dos funcionarios estadounidenses del ferrocarril interoceánico, hasta que el gobierno central de la época, solicitara la intervención de las cañoneras de la armada, ancladas en las aguas del caribe panameño  y del ejército norteamericano, que raudo procedió a sofocar la rebelión a sangre y fuego.

Ante tan deleznable acto de traición, Santander A. Galofre, Prefecto de Colón, el 18 de enero de 1885 redacta carta de renuncia al cargo, denunciando que: “los actos del ejército  norteamericano herían de muerte la soberanía del país y destruían su independencia”.

Luego de controlada la insurrección por las tropas norteamericanas, el gobierno central de Rafael Núñez en Bogotá, procedió a instrumentar legalmente la desintegración de la autonomía política de que gozaba el Istmo de Panamá y procedió además a organizar un “juicio” militar contra Pedro Prestán, capturado el 11 de agosto en el Departamento de Magdalena adonde se había refugiado después de tan desigual refriega. Hay que decir, que los norteamericanos continuaban indignados porque consideraban una grave “afrenta” el que, a criterio de los extranjeros blancos, un “negro” hubiese tenido la “insolencia” y la “osadía” de someter a humillación a tres de sus nacionales, y especialmente, al que portaba la representación diplomática de los Estados Unidos.

Prestán fue sometido a juicio militar sumarísimo, en donde se le acusó de “incendiario”, siendo sus “acusadores” cinco ciudadanos blancos extranjeros, que ni siquiera hablaban nuestro idioma y que profirieron falacias, siendo que lógicamente, el incendio que se propagó por la ciudad de colón durante la confrontación, se originó por el bombardeo de las cañoneras de la armada en su afán de reprimir a los revolucionarios atrincherados en puntos estratégicos de la ciudad.

El 18 de agosto de 1885 sobre las vías del ferrocarril, se levantó el cadalso en que se consumó la trama urdida por foráneos intereses, en contubernio culposo con la oligarquía criolla.

El Doctor Pedro Prestán fue ahorcado frente a su pueblo, sin renunciar a sus principios de lucha, cayendo con honor rumbo a la eternidad, convirtiéndose en mártir, en el héroe popular, el que sembró las semillas que siguieron germinando, en palabras del propio Dr. Prestán: “regadas con la sangre mejor del corazón, sin ahorrarse no digo un dolor, sino una lágrima”.

Lo que quiero resaltar con estos antecedentes, es la inquebrantable voluntad del pueblo colonense por el respeto a su dignidad, a sus reivindicaciones y a su determinación de construir mejores días para sus hijos, con libertad y justicia, aunque la lucha sea desigual.

Este drama fue decantándose con nuevos actores, pero con los mismos objetivos de dominación hegemónica, con o sin conocimiento de causa de algunos de ellos: el expansionismo de los Estados Unidos; la visión de uno de sus más carismáticos presidentes de la época Teodoro Roosevelt; la quiebra de la Compañía Francesa del Canal; los capitales franceses representados por Philippe Bunau-Varilla; el abogado neoyorkino William N. Cromwell, cerebro de interesadas jugadas y representante legal de la Compañía Nueva del Canal, como de la Compañía del Ferrocarril Transistmico; y José Agustín Arango, Manuel Amador Guerrero, vinculados a la norteamericana Compañía del Ferrocarril; las confrontaciones entre Conservadores y Liberales, y el venial e inepto gobierno colombiano del Dr. José Manuel Marroquín. Este contexto es explicado muy bien en la obra del Profesor Olmedo Beluche.

En una conjunción de intereses convergentes bajo ciertas premisas objetivas, y divergentes en orden a las estrategias de penetración del gobierno de los Estados Unidos, materializadas en la guerra hispano- norteamericana de 1898 y el Tratado Hay-Poncefote con Gran Bretaña en 1901, y las contradicciones del gobierno central colombiano sumido en subsiguientes guerras civiles, se fueron fraguando las condiciones para la separación de Panamá.

Ciertamente estos condicionamientos complejizan el análisis de las motivaciones plurales de nuestra separación, muchas de las cuales ajenas a lo que tradicionalmente se espera de estos movimientos. En este momento no pretendo entrar en mayores detalles al respecto, lo que sí es pertinente son los hechos históricos, en los cuales la Ciudad de Colón jugó un papel fundamental.

El Batallón Tiradores integrado por 500 soldados y sus oficiales, llegó de Barranquilla con órdenes de remplazar a José Domingo De Obaldía, Gobernador del Departamento de Panamá y al General Esteban Huertas, comandante del Batallón Colombia acantonado en el cuartel de las bóvedas.

Al mando del General Juan B. Tovar y del General Ramón Amaya, llegaron a Colón la mañana del 3 de noviembre de 1903.

Los colonenses desde el primer momento estuvieron prestos a trabajar a favor de la causa separatista y se unieron para lograr separar al alto mando del Tiradores, de su tropa, a través de una conspiración bien urdida, con la complicidad del gerente del Ferrocarril. Así, en Colón quedó la tropa al mando del Coronel Eliseo Torres, quien al enterarse del arresto de sus comandantes por los revolucionarios en Panamá, desplazó a su tropa en Colón, amenazando con destruirla si no lograba recibir órdenes de sus superiores.

Tal circunstancia apremiante y pese a las amenazas proferidas, los separatistas colonenses, pletóricos de valor, aunque con los temores propios de quienes conspiran para crearle viabilidad a la construcción de un profundo cambio que marcaría su destino, continuaron con su plan.

Porfirio Meléndez; Orondaste Martínez; Juan Tiburcio Meléndez; Carlos Clement; Juan Henríquez, entre otros agentes conspiradores en apoyo a la Junta Revolucionaria, obraron hábilmente para que el Coronel Torres decidiera retornar a Barranquilla.

A las siete y treinta y cinco de la noche (19:35h), del 5 de noviembre de 1903, en el vapor Orinoco, luego de recibir el pago de $8,000 dólares para costas de viaje, las tropas del Batallón Tiradores abandonaron las costas de Colón.

A esa misma hora, el Alcalde de Colón, Eleazar Guerrero, transmitió el telegrama a la Junta Revolucionaria de Panamá, anunciando la noticia de la salida del ejército colombiano. Ese día quedará marcado con letras indelebles, como la fecha en que se selló para siempre la separación de Panamá y su unión al concierto de países del mundo en lucha permanente por el perfeccionamiento de su libertad.

La Democracia Social

Desde la caída del Muro de Berlín y el advenimiento y desarrollo de la globalización, el mundo es radicalmente diferente al que tuvimos hasta 1989. Las referencias de entonces, los viejos modelos y esquemas de acción y los alineamientos de la época, quedaron atrás, podemos decir que hubo un parte aguas de la historia.  El mundo cambió, y también las correlaciones de fuerza en la GEO -política mundial.  Sin embargo, esos cambios, trajeron consigo sus propias contradicciones, tensiones, prejuicios e iniquidades.

Hoy, estamos asistiendo a otro punto de inflexión en el devenir histórico de la humanidad.  Desde HATO CHAMÌ, hasta BAHRÉIN, los pueblos están luchando por LIBERTAD; AUTODETERMINACIÓN; DIGNIDAD Y DEMOCRACIA. Propugnan desde sus respectivas realidades nacionales, por verdaderos cambios democratizadores.

Hay razones compartidas para la protesta: corrupción; autoritarismo; exclusión social y pobreza.

El origen de la protesta, procede de la realidad socio-política de cada país, pero sistémicamente se da en el contexto de una situación global en evolución, con nuevos espacios virtuales que ponen a «la plaza» en el ciber espacio global en tiempo real; que transparenta todo, a toda hora, formando redes infinitas de contactos, cada vez más difíciles de controlar o de bloquear por los Gobiernos.

En el norte de África y en el medio oriente, piden los mismos principios que en occidente y que en Soloy: libertad, igualdad, autodeterminación, responsabilidad, solidaridad, justicia social, sufragio universal, separación de poderes, transparencia…

Se trata, en suma, de VALORES; VALORES FUNDAMENTALES; valores compartidos, pero conforme las circunstancias objetivas de cada país y región. No es en abstracto la cosa, es concreta. No se trata hoy de seguir a líderes carismáticos, sino más bien es un liderazgo colectivo heterogéneo, más que una tendencia concreta, pero con claridad en cuanto a sus aspiraciones y reivindicaciones.

Es probable, que en un futuro próximo, se precise una plataforma política que fortalezca y amplíe espacios de expresión organizada y permanente.

En la red, aparecen, cada vez con más profusión, manifiestos y llamados a la “regeneración democrática para liquidar el clientelismo y devolver a la POLÍTICA su honradez, legitimidad y transparencia”, que se ha ido perdiendo, sumida en el oportunismo y la mediocridad de quienes ven en la micro-política, un medio para satisfacer sus apetitos personales y sus intereses, con la exacerbación del individualismo cuya motivación primera es el lucro y el asalto al poder por el poder mismo. Ya no hablan de ideologías, de proyectos ético-políticos, de la construcción de una sociedad ideal, todo queda reducido a un materialismo mercantil que ha desdibujado la verdadera esencia de la Política. Pareciera que estamos en el mercado, en un bazar, donde quienes dicen ser “políticos”, se venden, se compran, se cambian, sin reparo alguno y lo peor es que pretenden lo mismo de los electores: que se siga en ese mismo juego pernicioso. El nihilismo de nuestros tiempos pareciese que marca el paso.

Las consecuencias las sufre la gente en su nivel de vida y sus derechos.

A quienes vemos en la Política con mayúscula, la búsqueda constante del bien común, entendido como ampliación e igualdad de oportunidades y el logro del bienestar general que se alcanza por medio de la justicia social, nos corresponde en esta época de cambios e incertidumbres, reivindicar la verdadera esencia de la Política y nos exige una mirada honesta hacia los valores y el futuro.

Pues bien, desde esta perspectiva, se trata de reinstalar y desarrollar los valores, principios y objetivos de la DEMOCRACIA SOCIAL.

Es probable que estemos pensando que la Democracia Social, es un concepto que se explica por sí solo, pero en realidad, cada lector o actor político, hará una explicación en relación a su base de pensamiento y lenguaje.

El uso correcto de una palabra o proposición gramatical, estará determinado por el contexto al cual pertenezca, que siempre será un reflejo de la forma de vida y del pensamiento, de los que hablan o escriben.

La conformación de equipos humanos para el logro de objetivos comunes o para la materialización de un proyecto determinado, del tipo que sea, precisa un lenguaje común en el sentido más amplio de su acepción.

Para discutir acerca de la dirección o rumbo, es necesario conocer el vocabulario que establece el punto de partida general.

Así, lo primero que hay que establecer es un lenguaje común, que permita comprender y explicar los conceptos e ideas que identifican, precisan y le dan sentido a la DEMOCRACIA SOCIAL.

La DEMOCRACIA SOCIAL, no es un estado ideal sino más bien un ideal de lucha, una bandera que se agita desde la base de la sociedad.

Durante los debates de la Segunda Internacional (1889), la discusión, en línea general, no se centró en la construcción de un nuevo modelo radical como “estadio superior de la historia”, sino en luchar por mejorar las condiciones y oportunidades de vida de los trabajadores y de los estratos más débiles de la sociedad, desde la práctica política democrática. Es decir, que no se concebía la lucha como medio para establecer un nuevo y radical modelo de producción, sino como la profundización permanente de la democracia de origen liberal.

Podemos señalar que gracias al avance de las organizaciones políticas y obreras en las naciones europeas de más alto desarrollo industrial (Alemania; Inglaterra y Francia de finales del siglo XIX), las reivindicaciones  sociales y la lucha por la democracia política confluyeron en una indisoluble unidad. Así, la cuestión social es absolutamente inseparable de la Política y su solución está determinada y solamente será posible, en un Estado Democrático. De ahí la noción central de la idea de DEMOCRACIA SOCIAL.

Después de muchas discusiones y disidencias, en 1959,  se aprobó el “Programa de Bad Godesberg”, que marcó la reconciliación definitiva de los Socialistas Democráticos (reformistas) alemanes, con la idea de DEMOCRACIA SOCIAL.  A partir de este Programa, se puso como eje central, ya no una clase sino al “SER HUMANO como sujeto creador de su propia historia” y expresa que: “los socialistas luchan por una sociedad en la que cada ser humano puede desarrollar su personalidad en libertad”… “El Partido Socialdemócrata es el partido de la libertad del espíritu. Es una comunidad de seres humanos que provienen de las más diversas creencias y corrientes de pensamiento”.

Al mismo tiempo, reconocían la democracia parlamentaria como forma preferencial de gobierno y adscribían a los valores filosóficos y morales que dieron y dan forma a las políticas que conjugan avance social, igualdad de oportunidades, crecimiento y participación democrática.

Desde nuestra perspectiva, la DEMOCRACIA SOCIAL alude a un concepto que hace referencia a un régimen no excluyente, con niveles aceptables de ciudadanía social y derechos sociales garantizados, bajo la conducción de un Estado coordinador, activo y fuerte, en la dirección del bienestar general.

Se desprende entonces de esta idea, lo que denominamos un sistema de VALORES fundamentales: LIBERTAD; IGUALDAD; JUSTICIA y SOLIDARIDAD que consideramos interdependientes. Cada uno es requisito de los otros y conforman un conjunto indivisible de principios que se conjugan entre sí.

Queda claro que en muchos casos, es dudoso que los derechos fundamentales estén realmente vigentes y permitan aplicar los VALORES FUNDAMENTALES en la sociedad. No se trata de una cuestión teórica, sino de una puja social y de la relación de fuerzas entre distintos actores de cada país y región.

Es por ello que una teoría de la DEMOCRACIA SOCIAL, debe no solo considerar la constitución formal de un Estado, sino que también y sobre todo, debe verificar si las estructuras democráticas y los derechos fundamentales están efectivamente al alcance de cada ser humano.

Podemos decir que la Democracia Social está marcada por:

  • Derechos fundamentales en el ámbito social y económico.
  • Constitución de la sociedad conforme a los derechos y valores fundamentales, tanto en el plano formal como en el práctico.
  • Vigencia formal y aplicación real de derechos de libertad e igualdad de oportunidades.

Si hablamos de la Democracia Social como un modelo, como un posible sistema de coordenadas, es necesario conocer nuestro punto de partida y la situación de la sociedad, para definir, sobre la base de los valores fundamentales y los objetivos sociales, el rumbo político.

Como dijera Séneca: “NO HAY VIENTO FAVORABLE, SINO PARA AQUEL QUE SABE ADÓNDE VA”.

Si nos preguntamos la diferencia existente entre lo que los diversos sistemas reivindican y la realidad, habría que realizar un análisis teórico detallado de los respectivos modelos sociales, y comprobar, sobre la base de datos empíricos, en qué medida los países han logrado concretar efectivamente esas reivindicaciones, cuando se han orientado hacia determinados modelos.

El hecho que aumente la brecha entre la reivindicación y la realidad, es decir, entre lo que queremos y lo que tenemos, puede atribuirse en parte, como ocurre en nuestro país hoy, a una retórica engañosa (por ejemplo: para mantener el poder), que intenta “vender” (como quien vende productos vencidos en un supermercado)  algo que solo sirve a los intereses de pocos, como algo tendiente al bien común.

De ahí la necesidad de construir poder desde la base de la sociedad (poder social), que se sustenta en una teoría para la acción, que entrega herramientas, ciencia, ideología y método, para procesar tecnopolíticamente problemas, con una visión horizontal, trans-disciplinaria, no “departamentalizada”, ni por segmentos verticales.

El reto es empoderar a los ciudadanos para que ellos mismos, organizados, construyan ciudadanía y democracia.

El principio de acción debe ser la DEMOCRACIA SOCIAL. El objetivo es alcanzar un SOCIALISMO DEMOCRÁTICO a través de decisiones democráticas con amplia participación organizada de los actores sociales y realizar los derechos fundamentales en materia política, económica, social y cultural.

Ahora bien,   no hay una única llegada a la Democracia Social, pero sí valores y principios compartidos.

 “La DEMOCRACIA SOCIAL es un modelo de pensamiento de gran alcance, que no se conforma con una vigencia formal de los derechos humanos y las reivindicaciones sociales. Tampoco es una construcción filosófica alejada de la realidad. Ante todo, como modelo abierto, debe ser convincente al ajustar la brújula que orienta la acción política…”

“A través de diferentes instrumentos, esa acción permitirá lograr la más amplia aplicación posible de los derechos concretos de libertad y, de ese modo, también podrá hacer realidad los valores fundamentales de igualdad, justicia social y solidaridad”. (Manual de la Democracia Social; FES)

Es necesario apuntar que las realidades y contextos regionales tienen sus particularidades. Europa y los países industrializados del Norte, no son la AMÉRICA LATINA. Su desarrollo, idiosincrasia y evolución histórica, difieren de la de nuestros países y expresan hechos propios del contexto, los escenarios, las circunstancias y las hegemonías sociales y políticas que interactúan en determinados espacios de producción económica y social, vinculados a su proceso histórico y geo-político. La experiencia y evolución política que recogemos de Europa, de la Revolución Francesa (1789); de la Segunda Internacional (1889); del Programa Socialdemócrata de Bad Godesberg (1959), entre otros hechos, plantea el reto de adaptar los conceptos de la Democracia Social y los principios de la Socialdemocracia, a nuestra realidad Latinoamericana, reconociendo las particularidades de la región y el proceso histórico que la ha marcado.

Bajo esta premisa, habiéndose hecho trizas el “Consenso de Washington” y luego de la “reestructuración neoliberal” (si la podemos llamar así a la luz de los acontecimientos), a los partidos progresistas y a los que nos identificamos con la Internacional Socialista (IS), nos corresponde integrar lo que podemos llamar la variante latinoamericana de la Socialdemocracia, como alternativa que combine la Democracia Representativa con una economía (social) de mercado e iniciativas del Estado para reducir las desigualdades, ampliar los derechos sociales, fortalecer los valores fundamentales y promover la ciudadanía social.

Por último, sustentados en el sistema de derechos y valores fundamentales de la Democracia Social, queda claro que debemos reformar al Estado. No desde una concepción “tecnocrática”, sino desde la perspectiva de la construcción de la Democracia Social, tomando en cuenta el fortalecimiento de las capacidades (medios y fines) que le permitan aumentar su gobernabilidad, para enfrentar un mundo cada vez más complejo.

Hablamos, para entendernos de repensar al Estado, desde una visión que rescate el potencial trasformador de la política, debemos potenciarlo, capacitarlo, darle CAPACIDAD DE GOBIERNO para atender y resolver los históricos problemas que padecemos, en un contexto de globalización.

En este sentido, estoy convencido que necesitamos otro tipo de Estado. Un Estado que funcione como un sistema de concreción de alianzas tanto entre como en sectores dentro de ellas. Alianzas para el fin de lograr objetivos puntuales pero significativos, alianzas desde las organizaciones locales o comunales con autonomías relativas para procesar los problemas y superarlos desde la base.

El reto que se nos presenta como militantes de la Socialdemocracia latinoamericana, es encontrar los caminos para llevar adelante estas acciones de reforma. Es encontrar el modo en que podamos revolucionar el aparato público, para conseguir los resultados que legitimen y fortalezcan la democracia, para que se materialicen en la práctica los derechos y valores fundamentales.

Se trata, en suma, de rediseñar el Estado y las reglas del juego social, desde la perspectiva de la Democracia Social.

 

Benjamín Colamarco Patiño

Partido Revolucionario Democrático (PRD)

Panamá,  julio de 2011

Comentarios The Economist sobre Panamá

Por: Benjamín Colamarco Patiño

La prestigiosa revista especializada “The Economist”, en su edición del 14 de julio de 2011, publica un interesante artículo dedicado a la economía panameña, bajo el sugestivo título: “La economía de más rápido crecimiento apunta alto, pero primero necesita un Gobierno tan impresionante como su economía”.

El artículo destaca que la economía panameña ha estado en franca expansión desde el año 2005, con un promedio de crecimiento anual, a partir de ese año, superior al 8%. “Sin lugar a dudas es la economía de más rápido y sostenido crecimiento de América Latina”.

Tal indicación, no es producto de la casualidad, se deriva de una política económica que formó parte integral del programa de la Administración Torrijos, que se fundamentó en la disciplina fiscal y la estabilización macroeconómica. Con determinación se inició el proceso de saneamiento de las finanzas públicas para lograr un entorno estable.

Se establecieron mecanismos de monitoreo para controlar, en lo posible, las oscilaciones del ciclo económico, a la vez que se influyó en la asignación de recursos para mejorar la eficiencia económica, a la par que se establecieron programas que influían en la distribución de la renta.

Se logró así un rápido crecimiento y bajo desempleo, con disponibilidad de ahorro corriente para financiar la inversión social y el desarrollo de la infraestructura nacional.

Pese a la recensión mundial de 2008 y 2009,  Panamá quedó mejor posicionado que la mayoría de las naciones Latinoamericanas, con un pico de crecimiento en el 2007 del 11.2% y, aunque aún con un nivel inadecuado con relación a la distribución de la renta, el índice de Gini,  mostró una disminución de 7 puntos, es decir, mejoró de 0.58 en 2003, a 0.51 en 2008.

La decisión popular de iniciar la ampliación del Canal de Panamá en 2006 y la expansión portuaria, con los negocios marítimos y el fortalecimiento del centro bancario de Panamá, conjuntamente con el crecimiento de la Zona Libre de Colón, el Área Económica Especial Panamá – Pacífico y la acumulación de capital en forma de infraestructura, desde entonces (2005), impulsan el crecimiento.

El articulista de The Economist en su publicación del 14 de julio de 2011, expresa dudas sobre el Estado de Derecho y la corrupción en Panamá y plantea además, las grandes deficiencias en la educación panameña, lo que representa un lastre para las perspectivas futuras del Istmo, en un mundo cada vez más competitivo, en donde el acceso al conocimiento y a las nuevas tecnologías, señalan el camino.

La inequidad y la persistente mala distribución del ingreso, conjuntamente con las “ambiciones reeleccionistas y los particulares intereses de Ricardo Martinelli”, marcan otras aprensiones.

Son preocupantes, en adición, los indicadores que presagian la entrada de Panamá en el circulo pernicioso: déficit – deuda.

Temen que la Autoridad del Canal, sea presa de los apetitos “politiqueros” del Gobierno y transformarse en la “caja menuda” o “caja rápida” de la gestión Martinelli (“Short-term cash-cow”).

Sostienen los redactores del artículo de The Economist que: “Panamá corre el riesgo de convertirse en el próximo México, antes que en el próximo Singapore”.

Panamá, 17 de julio de 2011.