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 “Nadie tiene el monopolio de la verdad”

El debate y la libre expresión de ideas son los pilares que permiten el crecimiento colectivo, la corrección de errores y la construcción de un pensamiento compartido. Sin embargo, en el Partido Revolucionario Democrático (PRD), el actual Comité Ejecutivo Nacional (CEN) se ha convertido en parte del problema, debido a la falta de una conducción política clara y orgánica que nos ha caracterizado como colectivo en el pasado. Esta carencia ha debilitado la funcionalidad y dinámica interna del partido, afectando aspectos cruciales como la orientación, la capacitación, la vocería y la estructura organizativa.

En los últimos años, hemos presenciado un declive preocupante. El clientelismo ha echado raíces, y nos hemos quedado estancados en una visión que no responde a las complejidades de la sociedad actual, marcada por la incertidumbre y las contradicciones que surgieron tras la pandemia. Peor aún, hemos perdido nuestra identidad ideológica, desdibujando los principios que alguna vez nos definieron como un partido Torrijista y Socialdemócrata. Hoy, corremos el riesgo de ser percibidos como un simple «club electoral», donde la formación político-ideológica ha quedado relegada a un segundo plano.

No podemos ignorar los errores que hemos cometido, ni las circunstancias que han puesto en riesgo nuestro proyecto político y las oportunidades de desarrollo para el país. Por estas razones, y muchas otras que sería extenso enumerar, considero imperativo iniciar un proceso profundo de reforma y autoevaluación —no de autoflagelación— que nos permita recuperar la esencia de un partido comprometido con los valores del Torrijismo y la Socialdemocracia. Es fundamental reivindicar la dimensión ética de la acción política y formar cuadros capacitados tanto en ideología como en gestión de gobierno.

El 8 de mayo del año pasado (2024), tras los resultados electorales, decidí apartarme, ponerme a un lado, sin pretensiones de figuración, con el objetivo de abrir espacios y propiciar un cambio que revitalice al PRD. Creo firmemente en la necesidad de nuevos liderazgos, con actitudes frescas y un compromiso inquebrantable con los principios y valores del Torrijismo, así como con los postulados ideológicos y programáticos de la Socialdemocracia. Solo así podremos servir verdaderamente al interés nacional.

El actual CEN debería seguir este ejemplo y comprender que la renovación no es una opción, sino una necesidad urgente para la regeneración revolucionaria y democrática del PRD. No debemos ser un obstáculo para este proceso; al contrario, debemos facilitarlo con humildad y visión de futuro.

Los traidores no están en el PRD. La verdadera deslealtad sería insistir en mantener el statu quo, permitir que la inacción y la conformidad nos alejen de la realidad y sus desafíos. No podemos permitir que el partido pierda su rumbo y su conexión con las necesidades del pueblo.

Benjamín Colamarco Patiño 
Panamá, 14 de marzo de 2025
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«Análisis de los principios fundamentales del Torrijismo»

Por:  Benjamín Colamarco Patiño

La Declaración de Principios del PRD, en su primer numeral, señala lo siguiente:

«El Partido Revolucionario Democrático es una organización política permanente cuyo pensamiento político, fines y objetivos se inspiran en el ideario Torrijista y en los postulados ideológicos y programáticos de la socialdemocracia.»

Sin partidos políticos no hay democracia. Los partidos políticos juegan un papel fundamental en cuanto a la organización de los ciudadanos que se unen para fomentar, mediante esfuerzos conjuntos, el interés nacional con base en una ideología compartida que los identifica.

Cuando se pierde esa cohesión, el partido pierde su esencia y finalidad. Involuciona hacia «partidos taxis» en el que individuos se suben y se bajan por conveniencias, o en «clubes electorales», personalistas o para lo que llamamos «la democracia de la audiencia».

En razón de ello, creo oportuno esbozar los conceptos que desde una perspectiva referencial enmarca nuestra ideología, en medio de un proceso complejo e incierto de cambio civilizatorio.

El conjunto de ideas y propósitos en el origen del Torrijismo, que lo define, ha sido su lucha por la recuperación de nuestra plena integridad soberana, un principio arraigado en la tradición antiimperialista latinoamericana que encuentra ecos en pensadores como José Martí y Simón Bolívar. Esta lucha por la descolonización no solo se limita a la independencia política, sino también a la emancipación económica y cultural, en línea con las ideas de Frantz Fanon y su crítica al colonialismo.

Además, el Torrijismo ha buscado la modernización del aparato público, el mejoramiento de las condiciones laborales y la expansión del Estado de Bienestar, inspirado en los principios de la Socialdemocracia y en figuras como Olof Palme y Willy Brandt, quienes defendieron la justicia social dentro de un marco democrático.

El Torrijismo impulsó la integración del cooperativismo y la organización y desarrollo de las comunidades, con un nuevo diseño institucional.

Podemos decir que el Torrijismo es la búsqueda constante de la conciliación entre eficiencia y justicia social, entre crecimiento económico y equidad, entre responsabilidad y libertad, principios que recuerdan la filosofía del desarrollo humano propuesta por Amartya Sen y Martha Nussbaum. También es un movimiento que busca equilibrar el nacionalismo con la integración latinoamericana, una idea que encuentra resonancia en el pensamiento de José Carlos Mariátegui y su visión de una América unida en su diversidad.

El Torrijismo persigue ampliar las oportunidades en el seno de la sociedad, evitando caer en el «burocratismo» y resaltando el valor de la solidaridad, un principio central en la ética del centroizquierda democrático.

Ser Torrijista significa mantener la fidelidad fundamental a la lucha por la paz y la autodeterminación de los pueblos, la defensa de la integridad territorial del Estado; por los derechos de ciudadanía de los más débiles, de los sectores menos favorecidos, en línea con la tradición de la socialdemocracia.

En esos términos, ser Torrijista o Socialdemócrata implica dar la batalla por una sociedad materialmente más equitativa, socialmente más justa, políticamente más democrática, culturalmente más avanzada y ambientalmente más sostenible, en un país soberano, objetivos que coinciden con pensadores como André Gorz y Joan Martínez Alier.

Además, ser Torrijista significa mantener la lealtad a principios y valores como el humanismo, la civilización, la paz, la libertad, la igualdad, el pluralismo, la solidaridad y la justicia social. Estos valores están profundamente arraigados en la tradición del humanismo socialista y democrático y en figuras como Erich Fromm y Albert Einstein, quienes defendieron la necesidad de un sistema económico y político que priorizara el bienestar humano sobre el lucro desmedido.

En la concepción de pensadores y políticos progresistas, ser Socialdemócrata o Torrijista significa participar de un movimiento en una sociedad de conflictos y diferencias, en la búsqueda de una equidad creciente, preservando siempre la libertad, el bien común y la soberanía. Esta visión se alinea con las ideas de John Rawls y su teoría de la justicia como equidad.

Puedo concluir:

El Torrijismo, en su esencia, representa una visión de país que busca la justicia social, la equidad y la soberanía, inspirándose en la rica tradición del pensamiento latinoamericano y la socialdemocracia. Su vigencia radicará en su capacidad para adaptarse a los nuevos desafíos, manteniendo siempre su compromiso con los valores fundamentales que lo definen.

En un mundo cada vez más complejo, el Torrijismo nos invita a reflexionar sobre la importancia de construir sociedades más justas, educadas, democráticas y sostenibles, donde el bienestar humano sea el eje central de todo nuestro esfuerzo.

El Torrijismo sobrevivirá conservando los principios, valores y objetivos de siempre, pero cambiando los instrumentos, la mentalidad y métodos de aplicación a una realidad distinta a la de hace unos años.

En el PRD, o recuperamos nuestras raíces y reivindicamos la necesidad de la reforma y el relevo, con un recto sentimiento del deber patrio, sentido del honor, la honradez y la lealtad, o corremos el riesgo de desaparecer.

Panamá, 11 de marzo de 2025

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“TRUMP, GOEBBELS, LA GUERRA DE QUINTA GENERACIÓN Y LA MENTIRA COMO HERRAMIENTA TÁCTICA”

Por Benjamín Colamarco Patiño

El presidente Donald Trump ha declarado una «guerra comercial» al mundo, avanzando en su objetivo de redefinir el tablero geopolítico global sin miramientos ni escrúpulos. Sus tácticas incluyen amenazas a gobiernos, organismos internacionales y pueblos enteros, con el fin de sugestionar y arrinconar a quienes se opongan a sus intereses, o se dejen. Para Trump y su círculo cercano, los Tratados y Convenciones internacionales carecen de valor; el Derecho Internacional está supeditado a sus intereses políticos, su visión subjetiva de la «seguridad nacional» y sus objetivos de corte supremacista.

Trump, junto con poderes fácticos supranacionales, ha inaugurado lo que algunos teóricos denominan la «Guerra de Quinta Generación» (5GW). Este nuevo paradigma de conflicto no se limita a la conquista de territorios, sino que busca desgastar y generar ansiedad en sus adversarios mediante tácticas no convencionales. Entre ellas destacan la manipulación de la información, la guerra cibernética, la guerra económica, la guerra psicológica y la propaganda. Su estrategia se basa en elevar la tensión al máximo, «subir la parada», para luego negociar desde una posición de fuerza y lograr algo. Es una táctica que, como empresario inmobiliario, domina a la perfección.

El uso intensivo de la información y la tecnología para manipular la percepción pública es una de sus armas más poderosas. Las redes sociales, los medios de comunicación y las plataformas digitales se han convertido en campos de batalla donde se libra esta guerra de narrativas. Trump y su equipo no dudan en utilizar la mentira como herramienta de propaganda y dominación, una táctica que recuerda a la empleada por Joseph Goebbels y el régimen nazi durante el Tercer Reich. La repetición constante de mentiras y la difusión de información sesgada buscan crear una imagen específica del líder, demonizar a sus enemigos y concentrar el poder en manos de quienes lo rodean.

Los efectos de esta estrategia pueden ser devastadores: erosionan la confianza en las instituciones, polarizan a la sociedad, incitan al odio y la violencia, y socavan los cimientos de la democracia y el Estado de Bienestar. El peligro es real y acecha en cada esquina.

¿Qué persigue Trump?

Aunque es difícil determinar con certeza los objetivos finales de Trump, es evidente que sus políticas apuntan a fortalecer a Estados Unidos como potencia económica hegemónica. Su principal contendiente es la República Popular China, cuyo crecimiento comercial y competitividad busca detener a toda costa. Para ello, no duda en desdeñar a sus antiguos aliados europeos, desprecia y amenaza a países cercanos, abandona a Zelenski —a quien tilda de «dictador» y «culpable de la guerra»— y forja alianzas con países como Arabia Saudita, Israel y Rusia. Nada parece ser un impedimento para sus ambiciones geopolíticas.

En el frente interno, Trump busca consolidar su poder de cara a las elecciones de medio término. Su objetivo es debilitar a los Demócratas, desarticular su influencia y reducir su presencia política al mínimo o desaparecerlos. Bajo el lema «Make America Great Again» (MAGA), promueve un individualismo ultraconservador y radical, desmantelando el aparato federal, destituyendo funcionarios, desintegrando instituciones, eliminando subsidios y revocando leyes y convenios. Además, impulsa recortes de impuestos para grandes corporaciones y fomenta la explotación de recursos como el petróleo y el gas mediante técnicas como el fracking.

Estas medidas buscan reducir el déficit fiscal y la balanza comercial negativa, liberando fondos para sus socios comerciales en Estados Unidos. Trump espera que, al disminuir el costo de vida y dinamizar la economía (cosa que dudo logre), pueda ganar el apoyo necesario para aumentar su influencia en el Congreso durante las elecciones de medio término. No sería sorprendente que, tras consolidar su control absoluto sobre el Legislativo, busque una enmienda constitucional que le permita optar a la reelección.

¿Cómo protegernos?

Las tácticas no convencionales y la manipulación de la información empleadas por Trump y sus aliados plantean desafíos significativos para los gobiernos y sociedades que se oponen a su agenda. Contrarrestar estas estrategias requiere un enfoque holístico que involucre a todos los sectores de la sociedad, desde los gobiernos hasta los organismos internacionales como la ONU y la CELAC.

La solidaridad internacional es crucial. Es necesario reiterar el apego a los principios del Derecho Internacional y articular una estrategia bien definida que identifique riesgos, establezca objetivos claros y coordine acciones efectivas. Además, es fundamental desarrollar habilidades de pensamiento crítico en la población para identificar y cuestionar la información que recibe, desechando mentiras y manipulaciones.

En un mundo dominado por grandes medios de comunicación y empresas tecnológicas que controlan e influyen en la opinión pública, es vital fomentar la transparencia y buscar fuentes de información confiables y diversas. La denuncia de la mentira y la promoción de la verdad deben ser pilares de cualquier estrategia de resistencia.

Conclusión

El objetivo superior de la humanidad es la verdad. Frente a la manipulación, la mentira y la desinformación, es imperativo orientar a la sociedad hacia la claridad y la objetividad. Solo así podremos contrarrestar los efectos de la Guerra de Quinta Generación y proteger los valores democráticos que sostienen nuestras sociedades.

Benjamín Colamarco Patiño
Panamá, 22 de febrero de 2025 
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