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“TRUMP, GOEBBELS, LA GUERRA DE QUINTA GENERACIÓN Y LA MENTIRA COMO HERRAMIENTA TÁCTICA”

Por Benjamín Colamarco Patiño

El presidente Donald Trump ha declarado una «guerra comercial» al mundo, avanzando en su objetivo de redefinir el tablero geopolítico global sin miramientos ni escrúpulos. Sus tácticas incluyen amenazas a gobiernos, organismos internacionales y pueblos enteros, con el fin de sugestionar y arrinconar a quienes se opongan a sus intereses, o se dejen. Para Trump y su círculo cercano, los Tratados y Convenciones internacionales carecen de valor; el Derecho Internacional está supeditado a sus intereses políticos, su visión subjetiva de la «seguridad nacional» y sus objetivos de corte supremacista.

Trump, junto con poderes fácticos supranacionales, ha inaugurado lo que algunos teóricos denominan la «Guerra de Quinta Generación» (5GW). Este nuevo paradigma de conflicto no se limita a la conquista de territorios, sino que busca desgastar y generar ansiedad en sus adversarios mediante tácticas no convencionales. Entre ellas destacan la manipulación de la información, la guerra cibernética, la guerra económica, la guerra psicológica y la propaganda. Su estrategia se basa en elevar la tensión al máximo, «subir la parada», para luego negociar desde una posición de fuerza y lograr algo. Es una táctica que, como empresario inmobiliario, domina a la perfección.

El uso intensivo de la información y la tecnología para manipular la percepción pública es una de sus armas más poderosas. Las redes sociales, los medios de comunicación y las plataformas digitales se han convertido en campos de batalla donde se libra esta guerra de narrativas. Trump y su equipo no dudan en utilizar la mentira como herramienta de propaganda y dominación, una táctica que recuerda a la empleada por Joseph Goebbels y el régimen nazi durante el Tercer Reich. La repetición constante de mentiras y la difusión de información sesgada buscan crear una imagen específica del líder, demonizar a sus enemigos y concentrar el poder en manos de quienes lo rodean.

Los efectos de esta estrategia pueden ser devastadores: erosionan la confianza en las instituciones, polarizan a la sociedad, incitan al odio y la violencia, y socavan los cimientos de la democracia y el Estado de Bienestar. El peligro es real y acecha en cada esquina.

¿Qué persigue Trump?

Aunque es difícil determinar con certeza los objetivos finales de Trump, es evidente que sus políticas apuntan a fortalecer a Estados Unidos como potencia económica hegemónica. Su principal contendiente es la República Popular China, cuyo crecimiento comercial y competitividad busca detener a toda costa. Para ello, no duda en desdeñar a sus antiguos aliados europeos, desprecia y amenaza a países cercanos, abandona a Zelenski —a quien tilda de «dictador» y «culpable de la guerra»— y forja alianzas con países como Arabia Saudita, Israel y Rusia. Nada parece ser un impedimento para sus ambiciones geopolíticas.

En el frente interno, Trump busca consolidar su poder de cara a las elecciones de medio término. Su objetivo es debilitar a los Demócratas, desarticular su influencia y reducir su presencia política al mínimo o desaparecerlos. Bajo el lema «Make America Great Again» (MAGA), promueve un individualismo ultraconservador y radical, desmantelando el aparato federal, destituyendo funcionarios, desintegrando instituciones, eliminando subsidios y revocando leyes y convenios. Además, impulsa recortes de impuestos para grandes corporaciones y fomenta la explotación de recursos como el petróleo y el gas mediante técnicas como el fracking.

Estas medidas buscan reducir el déficit fiscal y la balanza comercial negativa, liberando fondos para sus socios comerciales en Estados Unidos. Trump espera que, al disminuir el costo de vida y dinamizar la economía (cosa que dudo logre), pueda ganar el apoyo necesario para aumentar su influencia en el Congreso durante las elecciones de medio término. No sería sorprendente que, tras consolidar su control absoluto sobre el Legislativo, busque una enmienda constitucional que le permita optar a la reelección.

¿Cómo protegernos?

Las tácticas no convencionales y la manipulación de la información empleadas por Trump y sus aliados plantean desafíos significativos para los gobiernos y sociedades que se oponen a su agenda. Contrarrestar estas estrategias requiere un enfoque holístico que involucre a todos los sectores de la sociedad, desde los gobiernos hasta los organismos internacionales como la ONU y la CELAC.

La solidaridad internacional es crucial. Es necesario reiterar el apego a los principios del Derecho Internacional y articular una estrategia bien definida que identifique riesgos, establezca objetivos claros y coordine acciones efectivas. Además, es fundamental desarrollar habilidades de pensamiento crítico en la población para identificar y cuestionar la información que recibe, desechando mentiras y manipulaciones.

En un mundo dominado por grandes medios de comunicación y empresas tecnológicas que controlan e influyen en la opinión pública, es vital fomentar la transparencia y buscar fuentes de información confiables y diversas. La denuncia de la mentira y la promoción de la verdad deben ser pilares de cualquier estrategia de resistencia.

Conclusión

El objetivo superior de la humanidad es la verdad. Frente a la manipulación, la mentira y la desinformación, es imperativo orientar a la sociedad hacia la claridad y la objetividad. Solo así podremos contrarrestar los efectos de la Guerra de Quinta Generación y proteger los valores democráticos que sostienen nuestras sociedades.

Benjamín Colamarco Patiño
Panamá, 22 de febrero de 2025 
www.benjamincolamarco.com

Sr. Trump: los tiempos de la «política del gran garrote» se acabaron

www.benjamincolamarco.com

El filósofo de Nápoles Giambattista Vico acuñó la frase: «la historia se repite en espiral», empero pienso que la historia la hilvana progresivamente la acción del hombre y su contexto, que no se repite sino que continúa su ciclo moldeando el presente hacia el devenir.

El Sr. Trump con sus irresponsables declaraciones de ayer 21 de diciembre, a 35 años de la nefasta invasión del ejército de los Estados Unidos a nuestra Patria, no son más que el reflejo expuesto de su pensamiento e intereses particulares en procura de fortalecer su posicionamiento en el tablero de juego interno en su país y en tablero el global.

Sin lugar a dudas hay poderes fácticos que pretenden lograr beneficios de tales declaraciones, del todo anacrónicas y en franca contravención de una infinidad de principios y normas del Derecho Internacional.

El Sr. Trump, deliberadamente, pretende desconocer los antecedentes históricos que llevaron a la nación panameña al logro del justo anhelo de recuperar la plena integridad soberana del país y la administración del Canal de Panamá, que se materializó con la firma del Tratado Torrijos – Carter el 7 de septiembre de 1977 y su calendario descolonizador.

Pues no, Sr. Trump,  los Estados Unidos no le regalaron el canal a Panamá, la historia no miente, ni la sangre de los héroes y mártires de la Patria la pueden escamotear interesas subalternos allende nuestra frontera.

Panamá es un país soberano en el concierto de las naciones libres del mundo, que tiene dignidad y entiende el RESPETO como la base del entendimiento entre los seres humanos y entre los Estados.

Durante más de 25 años Panamá ha administrado el Canal de manera ejemplar, responsablemente, justa y equitativamente, así ha sido reconocido por los panameños y el mundo.

La  extemporánea pretendida re-edición, a su estilo, de la vieja «política del gran garrote», choca con la historia que rechaza el uso de la fuerza y de las amenazas como medio para forzar intereses hegemónicos.

La petición del Sr. Trump es insolente, lo que nos obliga a cerrar filas para rechazar semejante despropósito.

Es responsable y necesario un pronunciamiento del Gobierno nacional.

Dr. Benjamín Colamarco Patiño

Panamá, 22 de diciembre de 2024;  01:50 p.m.

A 35 años de la invasión del ejército de los EEUU a Panamá.

“LA FUNCIÓN HISTÓRICA DE PANAMÁ Y EL CANAL INTEROCEÁNICO”

Desde la época precolombina la privilegiada posición geográfica del istmo de Panamá, ha sido factor primordial en la determinación de nuestra función histórica, que es el “transitismo”. En tiempos inmemoriales, los pueblos originarios del Continente, cruzaban el istmo en distintas direcciones.

Luego de la llegada de Cristóbal Colón y el encuentro con los españoles durante la colonia, con el puerto de “Nombre de Dios” y posteriormente con las ferias de Portobelo, se desarrolla el eje del traslado de bienes y riquezas desde el “Nuevo Continente” hacia Europa.

A mediados del siglo XIX, durante la “fiebre del oro” en el oeste de los Estados Unidos, se construye a través del istmo el primer ferrocarril interoceánico del mundo, que permitió el tránsito de productos y personas desde la costa este, a la oeste de Norteamérica.

Los franceses intentaron unir los océanos por esta ruta sin lograrlo. Ya para el año 1889, la malaria o paludismo transmitido por el mosquito del género “Anopheles” y la mala gestión de los recursos, dieron cuenta del proyecto y también de la reputación del Ingeniero Ferdinand De Lesseps.

No obstante, tras un largo proceso político y una cruenta guerra civil, Panamá alcanza la separación de Colombia el 3 de noviembre de 1903, y un año más tarde, los Estados Unidos inician la construcción de la vía interoceánica descartando la ruta por Nicaragua y haciendo confluir al istmo miles de trabajadores de las Antillas y de todas partes del mundo, con cuya fuerza laboral, sumada al esfuerzo de los trabajadores panameños, culminan en agosto de 1914, el Canal de Panamá, potenciando de esta manera, en conjunto con el ferrocarril transistmico, el usufructo de nuestra privilegiada ubicación en el orbe.

Este logro inmenso del ingenio humano, trajo sus propias contradicciones e injusticias, reflejadas en la existencia de un “enclave colonial” en el corazón del territorio panameño, que se denominó “Canal Zone”, el cual impidió el ejercicio pleno de la soberanía nacional y el aprovechamiento por la Nación que abrió sus entrañas para tan monumental obra, del principal recurso natural del istmo: su posición geográfica.

La comprensión constructiva de las interacciones y contradicciones y su incidencia en la velocidad de marcha y la orientación de un proceso de transformaciones en su conjunto, desde una posición asertiva en un modelo de relación asimétrica entre Panamá y Estados Unidos, permitió que se fuera entendiendo el tipo de país que se debía construir o rediseñar considerando también nuestra función histórica.

Años de lucha, concienciación y dignidad expresadas de diversas maneras por distintas generaciones de panameños, reivindicaron la justicia de la causa de la soberanía. Este “alpinismo generacional” alcanzó la cima cuando el 7 de septiembre de 1977 se firman los Tratados Torrijos/Carter, que establecen los términos para la desaparición del enclave colonial y la reversión a Panamá del Canal, el ferrocarril, los puertos, las tierras y el espacio aéreo, conculcados hasta ese entonces por los Estados Unidos.

Se estructura así una nueva relación entre Estados como resultado de un acuerdo civilizado y se produce una transformación de la vieja economía en Panamá, en la que la actividad de tránsito se desarrollaba al margen de la realidad nacional, ya que operaba al interior de un “enclave” que formaba parte de un sistema administrado en función de los intereses exclusivos de los Estados Unidos.  Esto da paso a lo que algunos llamamos la nueva economía panameña, en la que el tránsito y los instrumentos que potencian nuestra posición geográfica como principal recurso natural, forman parte, ahora sí, de la economía interna y se diversifica en su contenido como en sus rutas.

En octubre de 2006, los panameños damos otro gran paso en la correcta dirección histórica y mediante un referéndum nacional, se aprueba la ampliación del Canal a través de un tercer juego de esclusas, cuyas obras iniciaron en el año 2007 y deben ser concluidas en pocas semanas a partir de esta publicación, para ser inaugurado el tránsito de las naves en junio de 2016, produciendo un impacto positivo tanto en las finanzas nacionales, como en la economía del transporte marítimo mundial.

Es la función histórica de Panamá: el “transitismo”, del que sería ilógico divorciarnos, el que debemos aprovechar en esta coyuntura propiciatoria, para fortalecer la plataforma de servicios globales, cada vez más complejos, pero que encuentran en el istmo el concurso de la creatividad, la capacidad de adaptación, la innovación y ajuste de quienes aquí habitan.

En fin, no perdamos de vista, con optimismo, que tenemos un canal de esperanzas que se abre para transitar hacia una economía articulada a la complejidad global, que requiere una educación para una sociedad distinta a la que teníamos hasta 1977. Una sociedad que debe evolucionar y descifrar oportunidades y amenazas, en un proceso de transición que precisa encontrarnos preparados para transformar la realidad y mejorar la calidad y condiciones de vida del conjunto de la sociedad, con polos de desarrollo que se articulan geográficamente en el territorio para la creación de oportunidades y de bienestar.

Panamá, 20 de abril de 2016

*Benjamín Colamarco Patiño es economista y Ex Ministro de Estado (2004 – 2009).